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Lee Bul: un aliento atómico

La obra de la artista coreana habla de fragmentación, fracturación, utopías deshechas en espejos rotos y laberintos ilusorios.

'Infinity Wall', obra de la artista coreana Lee Bul.
'Infinity Wall', obra de la artista coreana Lee Bul.Remi Villagi

Tomada como metáfora, la obra de Lee Bul (Seúl, 1964) no ha podido llegar en mejor momento a Castellón, una de las ciudades, con sus extrarradios, que mejor representan lo que es este país después de 40 años soñando con ovejas mecánicas y aeropuertos fantasma: fragmentación, fracturación, utopías deshechas en espejos rotos, laberintos ilusorios.

Pocos creadores como los coreanos han sabido imaginar con tanta vehemencia el futuro en el presente, encarnado en figuras humanas híbridas y cuasiarquitecturas que chorrean cables, tripas de hierro torsionadas y lágrimas de lentejuelas. El país de Han renunció a la relación competitiva con París, Londres o Nueva York. Se inventaron, por defecto, "el futuro" como terreno fértil —fueron sus víctimas—, más fecundo incluso que la cultura pop. Ahora, en Occidente nos toca sentir su aliento atómico en el cogote.

El público pisará suelos reflectantes, se rodeará de espejos polarizados o buscará refugio en un búnker

La obra de Lee Bul es inconfundible, a pesar de que a partir de los noventa, cuando ya esbozaba sus cíborgs y ciudades tridimensionales de autopistas fantasma, comenzó a proliferar un tipo de instalación promiscua, cercana al agit­prop constructivista, de autores, por así decir, melancólicos, que tenían una comprensión de la realidad más abstracta. En aquel contexto de inflación de diseño y espectáculo del arte, muy pocos creadores lograron mantener cierta solvencia y singularidad. Lee Bul es una de ellas. Lo discursivo y la participación, sumadas a cuestiones éticas, son preocupaciones centrales en sus trabajos.

La exposición se plantea como una retrospectiva y reúne maquetas, esculturas e instalaciones; también hay dibujos, colocados a la manera de guion gráfico de un filme posnuclear, y Bul interpreta al detalle el mundo expresionista pulgasari o Godzilla. El público pisará suelos reflectantes, se rodeará de espejos polarizados o buscará refugio en un búnker. Y puede que hasta se sienta vigilado. En esta aldea posatómica no hay escapatoria. Una lástima la iluminación de las salas, que no ayuda a imaginar las esferas de nuestro inframundo, tan realista como utópico. 

Lee Bul. Espai d’Art Contemporani de Castelló. Hasta el 27 de septiembre.

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