María Berasarte: “Me reservo la tristeza para cantar”
La donostiarra se lanzó en 2009 a cantar fado en castellano. En 'Súbita', su segundo disco, sigue cultivando una saudade sobria
—¿Titular Súbita un disco que ha tardado seis años es un guiño jocoso?
—Sí, tiene algo de irónico. En ese tiempo han sucedido muchas otras cosas, como mis proyectos con Aduf o Quinteto Lisboa, pero este disco me ha sorprendido a mí misma. Pensaba en rodearme de músicos muy conocidos cuando, súbitamente, cogí justo el camino contrario.
—¿Asusta la desnudez sonora?
—No, porque decidí ser esencial y mostrar todas mis facetas, incluso mi fragilidad. Quería un disco imperfecto, humano, con un halo misterioso.
—Donostiarra de madre pontevedresa y fijación lusitana. ¿Quién es usted?
‑—A veces es difícil reconocerme hasta para mí misma. Soy una artista de procedencia clásica que encontró en la melancolía del fado el refugio para su herencia materna.
—¿Existen las fadistas risueñas?
—¡Yo lo soy! Me considero una persona superpositiva, de esas que se pasan sonriendo el 70% del día. Me reservo la tristeza para cantar, como una inspiración liberadora. El resto del tiempo lo dedico a disfrutar de la vida. Soy la María dicharachera, esa que da abrazos y a la que le gusta cocinar.
—¿Convergen dos Marías en usted?
—Me veo como una María bicéfala. A las personas alegres nos da mucha vergüenza mostrar las penas. Es algo muy íntimo. Pero cuando me subo al escenario no me oculto: lo comparto todo, hasta los defectos.
—¿Le ha influido alguna fascinación literaria reciente?
—Lara Moreno, la poeta y narradora andaluza. Me la presentaron hace algún tiempo unos amigos e imaginé que sería interesante, pero va mucho más allá: seria, estimulante, diferente. Tras leer Por si se va la luz pensé que ojalá de mayor pudiera ser como ella.
—¿En qué se nota la femineidad de su arte?
—En la sensualidad, el susurro, una cierta calidez. Lo femenino para mí huele a hogar. Súbita tiene un color un poco rosa, pero sin connotación de ñoñería. Solo como algo fresco que te produce ternura.
—¿Cuándo lloró por última vez?
—No hace mucho, por impotencia. En esta profesión, a veces realizas unos esfuerzos tremendos y solo consigues un dos sobre diez. Pero son cosillas pequeñas, de esas que te pillan bajita y cansada…
—¿Sigue teniendo perrita?
—¡Eso siempre! Tarara se me murió hace poco, pero ahora me acompaña Copla. ¡Un terremoto!
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