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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fotocopiadora

Marhuenda adoptó una actitud patriarcal, con ese punto de estar por encima del bien y del mal siempre que el bien y el mal favorezcan al PP, naturalmente

Ángel S. Harguindey

Si algo ejemplifica al tradicional diálogo de sordos son las tertulias con representantes de partidos políticos. En laSexta noche del pasado sábado asistimos al cansino espectáculo en el que cada militante analizaba el tema propuesto barriendo para casa y sin salirse lo más mínimo del guion preestablecido en sus respectivas direcciones políticas.

La última encuesta del CIS permitía a los representantes del PP y del PSOE sacar cierto pecho sin que por ello Ciudadanos, Podemos e incluso UPyD dejaran de manifestar su satisfacción porque las encuestas posteriores aumentaban, al parecer, sus expectativas electorales. Francisco Marhuenda, por su parte, adoptó una actitud patriarcal, con ese punto de estar por encima del bien y del mal siempre que el bien y el mal favorezcan al PP, naturalmente. Eso sí, consiguió provocar la consternación general cuando el mayor tertuliano del Reino denunció que “España se ha convertido en una tertulia nacional en la que todos saben de todo”. Invitar a los políticos es invitar a las fotocopiadoras de sus programas. Invitar a Marhuenda puede provocar la carcajada.

El fulminante cese de Carmona con la consiguiente rabieta del cesado y la sorprendente aceptación de Rajoy de una posible reforma constitucional dejaron paso al invitado estrella: José María González, Kichi, el nuevo alcalde de Cádiz y miembro de Podemos. Tras 20 años de Teófila Martínez (PP) en la alcaldía, Cádiz tiene una deuda de 275 millones de euros, 1.750 euros por gaditano, gaditana, niños o militares sin graduación, y el mayor número de parados de España. Un lujo.

Después de escuchar una vez más ese ejercicio supino de desfachatez que son las declaraciones de Granados, Marjaliza y compañía, llegaron los expertos: Garzón y José Carlos Díez. Ya habían pasado tres horas de programa y todo tiene un límite, incluso los comentaristas de televisión.

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