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REPORTAJE

Literatura con dibujos ( y decente)

Del cómic periodístico a la autobiografía pasando por la fantasía y crítica social, la novela gráfica se vuelve inclasificable y subvierte el orden de la narración tradicional

Patricio Pron
Viñeta de de Riad Sattouf.
Viñeta de de Riad Sattouf.

"Un intento diabólico de debilitar la moral y de esa manera destruir la religión y subvertir el orden” no parece una definición muy ecuánime de lo que llamamos cómic o historieta; la recoge David Hajdu en The Ten-Cent Plague. The Great Comic-Book Scare and How It Changed America (2008) y fue formulada por una cierta organización a favor de la “literatura decente” en 1938. Algo menos de ochenta años después, es difícil imaginar que pudiese ser suscrita por alguien, a pesar de lo cual no es completamente errónea, ya que en ese período el cómic sí ha hecho mucho por “subvertir el orden”, al menos el literario. Un repaso por las novedades de la primera mitad de este año en España permite comprobar que, si bien una parte considerable del mismo adhiere a géneros y formas provenientes del repertorio convencional de la literatura, existe un puñado de obras que se internan en el terreno de lo inclasificable y de lo que solo puede suceder en la narrativa gráfica, reivindicando una especificidad que vuelve al cómic, en los hechos, irremplazable.

1. Vidas de fábula

El primero de los casos es el de las novelas gráficas Bahía de San Búho, de Simon Hanselmann (Fulgencio Pimentel) y La Enciclopedia de la Tierra Temprana, de la joven Isabel Greenberg (Impedimenta), que participan de la literatura fantástica al igual que Cráneo de azúcar, de Charles Burns (Reservoir Books) (conclusión de una trilogía extraordinaria que reúne con facilidad las influencias contradictorias de David Lynch, Hergé y The Ramones), la retrofuturista Grandville bête noire, de Bryan Talbot, Cromáticas, de Jorge Zentner y Rubén Pellejero, y Las migajas, de Ibn Al Rabin y Frederik Peeters (todos en Astiberri). También es el caso de Chapuzas de amor, de Jaime Hernandez (La Cúpula), Cuando no sabes qué decir, de Cristina Durán y Miguel Á. Giner Bou (Salamandra Graphic), La balada del norte, de Alfonso Zapico (Astiberri) y Lo que me está pasando, de Miguel Brieva (Reservoir Books), que por su parte adhieren a las convenciones realistas.

En la medida en que se basan en hechos históricos, también son realistas André el gigante. Vida y leyenda, de Box Brown (Astiberri), la biografía gráfica del luchador y actor André Roussimoff, La mujer rebelde, de Peter Bagge (La Cúpula), que narra la vida de la activista por los derechos de la mujer Margaret Sanger y pone de manifiesto un interés general por este tema que alcanza al libro de Mary M. Talbot, Kate Charlesworth y Bryan Talbot Sally Heathcote. Sufragista (La Cúpula), y Esterhazy, de Hans Magnus Enzensberger, Irene Dische y Michael Sowa (Fulgencio Pimentel): bajo la apariencia de una fábula infantil acerca de un conejo soltero en Berlín, este libro es la crítica al proceso de reunificación alemana de uno de los intelectuales europeos más importantes del último siglo.

‘Silvio José’, de Paco Alcázar es uno de los retratos más desgraciadamene realistas de la España actual

2. Memoria reciente

El árabe del futuro, del colaborador de Charlie Hebdo Riad Sattouf (Salamandra Graphic), sobre su vida bajo las dictaduras de Gadafi y el Asad; Patria, de Nina Bunjevac (Turner), que pone de manifiesto que la tragedia de los Balcanes es anterior a la guerra en esa región, y Mi amigo Dahmer, de Derf Backderf (Astiberri) son, por otra parte, el resultado de la hibridación del género histórico con la vocación memorialística de sus autores, lo que constituye una variante de un género, el autobiográfico, que vive un importante auge en nuestros tiempos: son autobiográficos también los Cómics (1986-1993) de la influyente artista canadiense Julie Doucet (Fulgencio Pimentel), Advaita, de Iván Sende (Diábolo), la reedición de Píldoras azules, de Frederik Peeters (Astiberri), acerca de la forma en que el VIH entró en la vida del autor cuando este se enamoró de una joven seropositiva, María cumple 20 años, de Miguel Gallardo y su hija (Astiberri) y el humorístico La volátil. Mamma mia, de la argentina Agustina Guerrero (Lumen), así como La vida es un tango y te piso bailando, de Ramón Boldú, que continúa el proyecto autobiográfico de su autor explorando esta vez la historia de su familia durante la Guerra Civil, Mi puta vida, de Tom Roca y Gazpacho agridulce, de Quan Zhou Wu (todos en Astiberri), la historia de las dificultades y los placeres de los Zhou, una familia china que se instala en un pueblo andaluz a principios de la década de 1990.

(En la línea de las narrativas realistas en cómic se deben mencionar también Bumf, de Joe Sacco [Reservoir Books], una crítica tan corrosiva como acertada del estado actual de la nación estadounidense, la recuperación de El fotógrafo, de Didier Lefèvre y Emmanuel Guibert [Astiberri], que narra la guerra entre soviéticos y afganos de 1986, y Sin la sombra de las torres, del autor de Maus Art Spiegelman [Reservoir Books], que ponen de manifiesto un auge inesperado pero necesario del cómic periodístico).

Dibujo de Miguel Gallardo.
Dibujo de Miguel Gallardo.

3. El revés del mundo

No debí enrollarme con una moderna, de Sebas Martín (La Cúpula) sigue por su parte la estela del más grotesco (y pionero) Ralf König, del que La Cúpula publica también Barry Kojonen: como En segundo plano, de Josep Busquet y Pedro Colombo (Diábolo), ambos libros dan a la observación cotidiana un desarrollo narrativo del que carecen otros libros similares como los episódicos La pelusa de los días, de Sole Otero (La Cúpula), Lola, de la argentina Alejandra Lunik (Lumen), el inteligente No entiendo nada, de Andreu Buenafuente (Reservoir Books), La vida es corta y luego te mueres, de Enric Pardo y Lyona (Reservoir Books), la tercera entrega de la Guía del mal padre, de Guy Delisle (Astiberri) y los libros de Mauro Entrialgo Cómo caer mal a un artesano (Diábolo) yÁngel Sefija más chulo que un ocho (Astiberri) o la nueva entrega de la serie de Paco Alcázar Silvio José, posiblemente uno de los retratos más desgraciadamente realistas de la España contemporánea (Astiberri).

En un semestre de adaptaciones como las de la novela de Irène Némirovsky Suite francesa a cargo de Emmanuel Moynot (Salamandra Graphic), El paraíso perdido de John Milton por Pablo Auladell (Sexto Piso), El hombre que fue Jueves de G.K. Chesterton a cargo de Marta Gómez-Pintado (Nórdica) y Sukkwan Island de David Vann por Ugo Bienvenu (Norma), fueron publicadas también obras inclasificables que ponen de cabeza la relación subsidiaria de la adaptación entre el cómic y la literatura “decente”. Es el caso de Mundo loco, del alemán Atak (Fulgencio Pimentel), que podría ser un libro para niños pero posiblemente sea, en su demostración de que un mundo “al revés” no sería peor que aquel en el que vivimos, una invitación a la acción política, Soufflé, de Cristian Robles (La Cúpula),¡Oh diabólica ficción!, de Max (La Cúpula), el surrealismo de 5 excelentes razones para sacudirle a un delfín en los morros, de The Oatmeal (Astiberri) y Los traviesos, de Marion Fayolle (Nórdica), así como la paremiología literal de Cagando leches, de Héloïse Guerrier y David Sánchez (Astiberri) y Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora, de Tom Gauld (Salamandra Graphic), unas tiras publicadas originalmente en The Guardian que constituyen una de las formas más efectivas de ejercicio de la crítica literaria que pueda encontrarse en las librerías en este momento. La “subversión del orden” propuesta por estos últimos títulos es, también, una invitación a la lectura.

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