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Cinco lecturas estivales

Mis recomendaciones para este verano son lecturas trepidantes o lecturas fragmentarias, para ir degustándolas entre los sucesivos descansos en busca de agua

Estrella de Diego

Con este calor intenso que está haciendo en casi todas partes imagino que serán pocos los que nieguen ya el cambio climático. Ahí andamos el día entero como zombis, pensando en la paradoja de desear la llegada del verano —a mí me encanta— para ponernos la chancleta y sentarnos en una terraza, y encontrarnos luego con este tiempo insoportable. Apenas si quedan fuerzas ni para leer, sumergida la tarde en un extraño e interminable sopor. Por eso mis recomendaciones para este verano son lecturas trepidantes —de las que no se pueden dejar de leer— o lecturas fragmentarias, para ir degustándolas entre los sucesivos descansos en busca de agua.

Y hablando de cambio climático —mares contaminados— y de novelas trepidantes, nadie debería dejar pasar este verano de infierno sin sumergirse en la vertiginosa novela de Rita Indiana La mucama de Omicunlé (Periférica, 2015), donde el bochorno se siente en la lectura. La verdad es que la editorial Periférica no para de dar sorpresas agradables, muchas de las cuales llegan desde América Latina, como es el caso de esta novela inclasificable y maravillosa de la escritora dominicana. Si su segunda novela, Papi —también en Periférica—, es ya una obra de culto, en esta ocasión Indiana combina una trama imposible de sintetizar —y lo mejor de un libro es cuando se lee leyendo, sin posibilidad de sinopsis—, con unos temas y unas imágenes a medio camino entre Blade Runner y Proust —por la mezcla entre pasado, presente y futuro—. Son imágenes que van desde la mencionada contaminación de los océanos hasta el sexo —incluso un cambio de sexo—; cierta escena del arte actual —muy divertida— que se mezcla con las estampas de Goya; o las deidades afroantillanas del Caribe. La obra mantiene siempre alerta, despierto. Es imposible apartarse de sus páginas que se van corriendo veloces —y el lector tras ellas, maravillosas noches en vela de la infancia—. Y mantiene alerta porque las sorpresas sucesivas no dejan un momento de tregua en los relatos y los tiempos que se van cruzando.

Pero la noche en vela tras el relato no es la única posibilidad de lectura. Dos textos con mucho de reflexión personal, a su modo diarios intelectuales, permiten salir y entrar cómodamente. El primero son los diarios de Susan Sontag, publicado por Random House (La conciencia uncida a la carne. Diarios de madurez, 1964-1980) y editado por David Rieff, donde no sólo se muestran la honestidad intelectual y hasta la fragilidad de la pensadora —"no soy un genio, siempre lo he sabido"—, sino los acontecimientos de una era básica en la construcción de Occidente. El segundo acaba de salir en Páginas de Espuma y son las reflexiones de Flaubert, entre otras, alrededor de Bouvard y Pecuchet —y puede ser una buena excusa para volver a leer la fabulosa novela—. Cuadernos. Apuntes y reflexiones —editado y traducido por Eduardo Berti— guarda momentos placenteros, otra forma de conocer mejor al escritor y su pasión por encontrar "la palabra adecuada".

Si se queda uno en casa con el ventilador, también puede optar por leer sobre ciudades o evocaciones de ciudades, como propone un libro clásico como el de Léon-Paul Fargue, El peatón de París (Errata Naturae, 2014), con prólogo de Andrés Trapiello, o el texto de Tony Tanner Venecia deseada —un recorrido por los autores que desde Byron a Pound, han amado Venecia—, con el cual la colección La Balsa de la Medusa, dirigida por Valeriano Bozal y siempre certera, celebra su título número 200. Y ya verán: aunque parece que no, el placer de leer aplaca bastante el calor o nos traslada al menos a otras realidades.

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