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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Renovados

Constato en el logotipo del PP abrasivos cambios al haber condenado a la soledad a su lírica gaviota

Carlos Boyero
El vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado.
El vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado.Victor Lerena (EFE)

Debido a antecedentes familiares muy tristes, a veces me sobresalto temiendo que el alzhéimer y la demencia senil sean precoces y voraces conmigo. Estoy de acuerdo con Brel en que “morir no importa, pero envejecer, ay... envejecer”. Siento los estragos salvajes que sufre una memoria que fue privilegiada, confundo fechas, también a personas que no sé si me suenan de algo o las acabo de conocer.

Por ello, me siento confuso ante la identidad del presentador del “nuevo proyecto moderno y reformista del PP”. ¿Se trata de Javier Arenas, un señor de mi generación que lleva modernizando y reformando al partido de su alma y de su nómina 35 años, o bien es un jovenzuelo revolucionario que se llama igual que él? ¿Le está ocurriendo algo grave a mi cerebro por sufrir un ataque de risa ante la posibilidad de que la encarnación de tanta reforma y modernidad sea el Arenas que yo imagino?

Constato en el logotipo del PP abrasivos cambios al haber condenado a la soledad a su lírica gaviota. Su expulsada compañera debió de negarse a evolucionar. Y también es prodigiosa su adaptación al lenguaje juvenil en los móviles al cambiar la preposición en el exaltante lema “Por el futuro de España”, por algo más escueto en la comunicación de las nuevas generaciones, resumido en “ X el futuro de España”.

Pero también se apuntan a la consigna del incendiario Celaya cuando pedía: “A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo”. Y efectivamente, se descorbatan, dulcifican su gesto, se disfrazan de pueblo llano y se toman unas coca-colas deseando contestar a cualquier interrogante divino o humano que les planteen sus compañeros de bar. Lo he visto en la tele, lo juro. Ese espíritu juvenil lo encarnan Casado (el excelente actor Albert Rivera debe divertirse mucho al ver ese patético intento de clonarlo), Maroto y Maíllo. Y nos van a bajar los impuestos. ¿Cómo no creer en su profunda renovación?

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