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Café y bollos

Bien escrito y razonado, 'Crónicas de la Era K-pop', de Fernando San Basilio, se desliza por el camino de la insustancialidad

Dos jóvenes en un restaurante de Seúl.
Dos jóvenes en un restaurante de Seúl.Ed Jones (AFP)

‘Vendant’. Fernando San Basilio (Madrid, 1970) ha encontrado en los centros comerciales (recuérdese su novela sobre La Vaguada) y en los grandes eventos sobre las últimas tendencias de consumo que allí se promocionan (maquillaje, cerveza artesana, estilo propio, turismo chino…) un tema recurrente. La mera descripción de esas muestras de intención tan lucrativa se contagia de ironía, incluso aunque se escriba, y no es el caso, para la promoción de la mercancía expuesta. Basta citar la sentencia de algún relumbrón mediático (“Que seas tú el que lleva la moda y que no sea la moda la que te lleva a ti”) para advertir la tontería reinante.

Presumo que esa implícita irrisión, percibida en las crónicas más recientes de Fernando San Basilio, ha guiado las páginas de estas Crónicas de la Era K-pop, a la manera de quien, poco inclinado a maravillarse del exotismo oriental, ha visto Corea del Sur como un monumental centro comercial donde incluso funciona una Agencia Favorecedora de la Internacionalización de la Economía Coreana. No queda claro si el autor habla en serio o en broma; y no importaría si saturara la narración de ambigüedad, pero se ha decantado por dotarla de insustancialidad, y no se acaba de apreciar ese interés por las miles de cafeterías que hay en Seúl, por la competencia de los baristas (camareros que sólo sirven café) o el interés (“un fenómeno al que hay que prestar atención”) que suscita los millones de bollos de leche que se consumen con la implantación en el país de las cadenas Tours Les Jours y Paris Baguette. Y aún menos que los coreanos sean tan aficionados a esos bollos. Si se atiende a la cantidad, dimensiones colosales de consumo se ven en cualquier país.

De ahí que la lectura de este libro produzca, más que sorpresa, desgana. A las novelas de Fernando San Basilio se les ha atribuido un costumbrismo un tanto moderado por un humor no demasiado cáustico que atenúa los conflictos de sus personajes. Aquí hay una mirada más bien holgazana del narrador que se reconoce, o tal vez se desdobla, en el patriótico Fernández, un personaje que no encuentra ningún motivo para dejar Seúl, pero tampoco ninguna causa que lo retenga. Y estas crónicas, que deberían conformar una novela, son el testimonio de que estuvo allí, no para trabajar “en ningún libro sobre la nueva ola de ficción coreana, sino en una serie de artículos de fondo sobre la burbuja del café en Corea del Sur”. Aunque no dice por qué le interesa el asunto, o para quién trabaja. Esos artículos aportan información sobre pautas de consumo, o sea, datos útiles para alguna cadena de alimentación interesada en implantar allí sus feudos. Y esto es lo más sorprendente del libro; que, bien escrito y razonado, se resigne más a la sociología que a la narración. Por lo demás, tanto el narrador como Fernández (y un imprevisto Rodríguez que aparece, inopinadamente, en el penúltimo capítulo disolviendo su yo) y el surtido de nativos a los que trata son figuras apenas definidas por un detalle (las encías, por ejemplo), lo que confirma, como se apunta en la charla con uno de ellos, que acaso “no estás en Corea, sino en un rincón de la vieja Europa”.

Crónicas de la Era K-pop. Fernando San Basilio. Impedimenta. Madrid, 2015. 176 páginas. 16,95 euros.

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