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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Corazón

Ponerle corazón a la acción política está degradado por su sobreuso sin acompañarlo de criterio razonado, pero también por quienes tienen asumido que la amoralidad es más práctica

David Trueba
Inmigrantes en Lampedusa.
Inmigrantes en Lampedusa. Julián Rojas

En un artículo, el escritor Gustavo Martín Garzo apuntaba una idea bien interesante. Hemos renunciado a tener corazón por el compromiso que supone tenerlo. Los sentimientos están expulsados de la actividad política; sin embargo, los medios alimentan una dinámica emocional. Lo comprobamos con la emigración, una tragedia constante que ha llenado de cadáveres el Mediterráneo mientras los peces no acaban de entender lo que sucede y nosotros tampoco. En nuestra defensa fronteriza se han traspasado algunas líneas de difícil admisión, con la legalización de las devoluciones en caliente en un experimento que consiste en hacer una ley que permita lo ilegal, algo que será tirado abajo por un tribunal superior cuando llegue el momento. Al mismo tiempo, somos invitados a llorar ante las muertes masivas, la última en otro barco sobrecargado por las mafias.

Ponerle corazón a la acción política está degradado por su sobreuso sin acompañarlo de criterio razonado, lo que llaman buenismo, pero también por quienes tienen asumido que la amoralidad es más práctica. Un asunto sin solución absoluta, pero al que podríamos incorporar, al menos, el rigor de los derechos humanos. En esa huida hacia adelante, el ministro español ha propuesto que se habiliten centros de detención en los países del norte africano, algunos en plena guerra civil. Los centros españoles están saturados, degradados y proporcionan un purgatorio entre un infierno y un cielo en el que Dios es un despacho de Extranjería. Suena a la receta con los marginados sociales de Esperanza Aguirre: saquémoslos de Madrid, a ver si los aceptan en Guadalajara.

Entrevistada en El objetivo de Ana Pastor, la alcaldesa de Lampedusa, Giuseppina Nicolini, reclamó que no quiere un muro en el mar ni un cementerio más grande en su isla, sino algo de decencia en el futuro próximo. El periodismo no tiene respuestas para las preguntas, pero sirve para conformar esas preguntas con información cierta y plantar ante nuestros ojos a las personas y no a las estadísticas, a las historias de seres humanos y no a los cadáveres sin nombre. La política tampoco encuentra las respuestas, pero lo indecente es cuando encuentra votos con el populismo de la mano dura, una mentira que suena más creíble cuando hemos perdido el corazón.

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