Raoul Dufy, cicerone de vanguardia
El Museo Thyssen reconstruye la trayectoria del pintor francés
La modernidad es un laberinto construido con pasillos que se cruzan, divergen o sorprendentemente conducen a puntos inesperados. Los grandes hitos, las figuras estelares que jalonan los enclaves de este laberinto no son ya suficientes para comprender la complejidad de esta trama. Un pintor aparentemente marginal como es Raoul Dufy (Le Havre, 1877-Forcalquier, 1953) nos puede ayudar como cicerone para reinterpretar estos caminos del extravío, ya que conoció de primera mano todos los movimientos pictóricos de la primera mitad del siglo XX, es decir, las vanguardias de la modernidad. Empezó como pintor impresionista, pasó por el fauvismo y se interesó por la construcción de la mirada cubista, hasta conseguir destilar un estilo particular y característico que, sin compartir los presupuestos radicales del vanguardismo, ofreció imágenes de gran plenitud y sensualidad.
Se interesó por el paisaje y, aprovechando los recursos de la visión cenital del cubismo, desarrolló grandes perspectivas volcadas, con las que sugiere la sensación de profundidad espacial, como si mirara desde un punto de vista ideal que le permitía desplegar sobre el lienzo la vastedad del mundo que rodea al espectador. En esos cuadros se pueden reconocer referencias a lugares concretos, pero el artista se aparta de la representación realista para buscar su propia realidad interna, sensual, luminosa y juguetona, en la que color y dibujo aparecen disociados y las figuras se recortan con independencia de los fondos.
Como Picasso, Dufy fue un artista particularmente dotado para el dibujo, siendo capaz de trazar cualquier figura por medio de una simple línea esquemática y sintética; y como Matisse, fue un pintor interesado en la luminosidad del color, con el cual componía sus cuadros. La comparación con ambos artistas ha situado a Dufy en un segundo plano, como si fuera un epígono facilón de aquellos grandes maestros. Sin embargo, esta exposición, organizada más de 60 años después de su muerte, nos presenta ahora un artista interesante y sensible, que supo pasar de una mirada realista sobre el mundo externo, representada por el paisaje, a la complaciente contemplación de intimidad de los interiores, que se parecía en los detalles.
Raoul Dufy. Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8. Madrid. Hasta el 17 de mayo.
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