El niño Pablo en A Coruña
Tres años pasó el pintor malagueño en la ciudad gallega durante su infancia. Una muestra retoma ese momento
Paradojas del destino, quizás debamos el gran talento de Picasso, su extraordinaria aportación al arte del siglo XX, a una muerte. La de su pequeña hermana Conchita, que falleció de difteria el 10 de enero de 1895 en A Coruña, en donde la familia Ruiz Picasso residió desde 1891 a 1895. Se dice que el artista hizo el voto de dejar de pintar si la niña se salvaba, pero la pequeña murió y fue enterrada en el cementerio general, hoy llamado de San Amaro.
La exposición El primer Picasso, A Coruña, 2015, comisariada por Malén Gual, es importante por ser la primera vez que se dedica una amplia muestra a este periodo de su vida. Una excelente idea ha sido la de dividir la exposición por temas, añadiendo algunas obras posteriores, basándose en la tesis —correcta— de que ciertos motivos que aparecen en su infancia son recurrentes en la carrera del pintor: los toros, toda suerte de animales, el fauno, el mosquetero, la mujer sentada con los pies grandes y, en general, el predominio de la figura humana. Y así la exposición se subdivide en ‘Contexto histórico’, ‘Formación académica’, ‘Bestiario’, ‘Periódicos y caricaturas’, ‘Costumbrismo y paisaje’, ‘Cuadernos’, ‘Familia’, ‘Retratos’, ‘Fotografías’ y ‘Morriña’.
Los estudiantes de Bellas Artes habían de copiar primero de láminas, luego de yesos y por fin del natural o modelo. En la muestra, es un acierto —y muy didáctico— presentar las esculturas en yeso junto a las copias realizadas por Picasso. En el apartado ‘Bestiario’ puede verse el gran óleo del padre titulado Palomar; don José, especializado en pintar palomas, le hacía pintar al hijo las patas, al ser una tarea sumamente fastidiosa. En esta sección sobresale el retrato de su perro Cliper (1895), que ya es una proeza de captación psicológica. Y también aparecen escenas de corridas de toros, en donde es interesante ver cómo un niño de 12 años es capaz de captar el movimiento del toro y del torero.
Reacio a escribir cartas, el niño Picasso inventaba periódicos, con sus cabeceras, textos, caricaturas e ilustraciones. Todos ellos destilan un sentido del humor que el artista nunca perdería. En cuanto a los cuadernos, se muestran reproducciones en unos paneles retroiluminados, ya que los originales —en el Museo Picasso de Barcelona— son demasiado frágiles para ser prestados. En los ‘Retratos’ hay que destacar los de ancianos y pedigüeños, dos de los cuales se muestran aquí por vez primera: se trata del Viejo peregrino y del Mendigo, recientemente restaurado. Algunos de ellos probablemente fueron contratados por su padre para hacer de modelos, como la Muchacha de los pies descalzos, tal vez la mejor obra de la exposición.
La muestra tiene un éxito sorprendente: 4.500 visitantes en la primera semana, colas para entrar y numerosos inscritos en las visitas organizadas. Todo un logro.
El primer Picasso. Museo de Belas Artes da Coruña. Zalaeta, 2. A Coruña. Hasta el 24 de mayo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.