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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cambio de cara

A juzgar por la multiplicación de apariciones televisivas de Pablo Casado, cualquiera pensaría que goza de varios clones

David Trueba

El Gobierno cambia la cara en año electoral. Está tranquilo porque todo apunta a que ganará casi todos los embates. Pero es que, además, el presidente Rajoy no parece conocer otro estado que el de la tranquilidad, por llamarlo de algún modo. Los datos económicos, sobre todo analizados a través de los medios más afines, convencen a los españoles de que lo peor ya ha pasado. Y por si quedaran dudas, y aun a riesgo de manchar la imagen de nuestro país en la relación con un vecino histórico, se ha puesto el ahínco mayor en afearle a Grecia querer sacudirse de encima una forma de gobernar que causaba hondo dolor a los ciudadanos. El Gobierno español parece decirles que para el dolor ellos encontraron el remedio, la indiferencia.

A la vez que el nombramiento de Rafael Hernando elevaba los decibelios, con desafío expresivo a cara de perro, para contraatacar el examen moral que los líderes de Podemos querían hacerle suspender al Gobierno, la presencia masiva de Pablo Casado en las tertulias televisivas aporta una cara nueva, joven y distendida. A juzgar por la multiplicación de apariciones, cualquiera pensaría que goza de varios clones, pero en realidad sustituye con una labia habilidosa la incapacidad de Carlos Floriano y Dolores de Cospedal para enlazar sujeto y predicado en una misma unidad sintáctica. Funciona además como antídoto ante la irrupción a escala nacional de Albert Rivera, con quien comparte apostura y dialéctica de vendedor al que le comprarías el muestrario completo cruzado con nieto de diputado de la UCD.

El único peligro para esta estrategia es que Pablo Casado no logre escapar de la trampa de ser nueva energía para un viejo motor. Las palabras, por agradables y entonadas que suenen, delatan también la propensión al ocultamiento y la distracción. El debate en televisión provoca la devolución en caliente, se apalea al contrario y se le devuelve tras su valla de salida, pero no conviene despreciar la capacidad de algún espectador por encontrar consuelo a la desigualdad, la reforma apresurada de leyes, el desconcierto fiscal, la nula creación de empleo de calidad, la competitividad basada en la precariedad laboral y el elogio ladino a los profesionales sanitarios y educativos mientras se les expone a carencias básicas.

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