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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De economía

Las tertulias políticas se han poblado de discursos inflamados, pero vacíos, y la observación de iniciativas realistas ha quedado como segundo plato

David Trueba
El debate de 'laSexta noche'
El debate de 'laSexta noche'

En la madrugada del sábado, el debate de laSexta noche trajo a la pantalla las tres propuestas económicas de populares, socialistas y podemistas en un intento por dar un paso adelante en el atasco político que vive el país. En año de elecciones, la discusión parece demasiado centrada en esencialismos, en un enfrentamiento primario y excluyente. Las tertulias políticas se han poblado de discursos inflamados, pero vacíos, y la observación de iniciativas realistas ha quedado como segundo plato. El Gobierno se ha significado como el gran valedor de las políticas europeas frente a la brecha griega, en un algo ridículo papelón donde se ha recurrido a la demagogia abierta, como aquella que sitúa nuestras pensiones y nuestro sistema de protección asociados al pago de deuda heleno. Suena a disputa colegial entre el alumno aplicado y el díscolo por ganarse la piruleta del profesor.

Álvaro Nadal, jefe de la Oficina Económica del Gobierno, no se salió del guion que explica la recuperación con datos generales de creación de empleo y aumento del crecimiento. Por el partido socialista, un nervioso Manuel de la Rocha trató de reivindicar la pugna contra la austeridad, que ha dado buenos resultados a Obama frente a la parálisis europea. Pero quizá el más claro y articulado fue el representante de Podemos, Eduardo Gutiérrez, que, pese a no compartir con otros líderes de ese partido ni la juventud ni el bolígrafo de cinco colores tan universitario, ofreció una apuesta por la reactivación del consumo y el poder de compra ciudadana que lo aleja de caricaturas rupturistas o antisistema.

El mantra de la competitividad del Partido Popular queda en entredicho cuando se nos hace ver que solo está basada en la bajada salarial, en la precarización laboral. La subida del salario mínimo y la protección a los parados de larga duración, que han quedado abandonados por el sistema, ofrecería márgenes para aumentar la demanda. La bangladesización de mucho trabajador español no puede considerarse una mejora de nuestra competitividad. Esconde una verdad dolorosa que confirma que, no pudiendo devaluarse la moneda, lo que se ha procedido a devaluar es a las personas, en otro rasgo de la desigualdad campante, esa intolerable desigualdad en la que somos campeones entre las democracias europeas.

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