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Aquel espantoso verano

Los premios ya no son ninguna garantía, pero este año el Nadal ha descubierto a José C. Vales. Su 'Cabaret Biarritz' mezcla magistralmente investigación criminal y parodia social

José C. Vales, ganador del Premio Nadal 2015.
José C. Vales, ganador del Premio Nadal 2015. Massimiliano Minocri

En contraportada se califica Cabaret Biarritz, galardonada este año con el Premio Nadal, de novela "divertidísima, polifónica y extravagante". Nada que oponer a esa tasación editorial. La novela es eso, y mucho más. Y nos permite descubrir a un autor, José C. Vales (Zamora, 1965), dotado de notables recursos para elaborar tramas intrincadas; recrear ambientes suntuosos, infamantes y ridículos; registrar voces y temperamentos de distinto rango social y moralidad equívoca, y con un radical sentido de la parodia. Tan radical que no solo abarca el género de investigación criminal al que la novela pertenece, sino la propia novela, construida como una improbable edición crítica de unas aún más improbables entrevistas, transcritas por un oscuro escritor, Georges Miet, redactor servil de “las historias más deplorables que se le pasaban por la cabeza a su patrón”, un editor de truculentos relatos populares que rechazaba los libros que "apestaban a literatura".

Miet, que para más aversión es "artrítico, cojo y casi ciego", tiene su momento de emancipación literaria al recibir el encargo de escribir una "novela seria sobre los terribles y dramáticos sucesos acaecidos en Biarritz durante el verano de 1925". Se entrega a esa tarea, "13 años después de los hechos en cuestión", trabajando en condiciones muy patéticas. Consumirá su vida reuniendo el material de lo que pretendía que fuera "la gran novela de Biarritz", de la que solo quedarán, confundidos con otros legajos, "en la oscuridad más deplorable", los manuscritos de las entrevistas realizadas a una treintena de personajes, testigos o implicados en los hechos, que compasivamente se prestaron a hablar con el malogrado Georges Miet.

Todo esto se expone, en el primer capítulo, con un espíritu de chifladura erudita que deja ver que la novela propiamente dicha, equipada con la sucesión de las entrevistas, tendrá el predominio del disparate. Pero es así, y a la vez no lo es. Aquí todo es serio, aunque con risas de fondo. El suceso truculento que pone en marcha la investigación —la aparición, tras una galerna, del cadáver de una muchacha colgando de una argolla del puerto— se activa como núcleo de la narración y a la vez es el dispositivo que permite desplegar una fructífera galería de personajes que, con sus complacientes soliloquios, autorretratan su perfil más liviano, más pomposo o más fingido, en una suerte de farsa moral en la que nadie se libra de parecer risible.

Vales arma un magnífico

La variedad humana que exhibe José C. Vales en Cabaret Biarritz es un complejo muestrario de sortilegio verbal, cruzado de falsos ademanes y poses atrabiliarias, donde priman los chismorreos y las indecencias no declaradas, los reclamos de vanidad y de autoengaño, a manera de artificiosas deposiciones que, más que contribuir al esclarecimiento de los hechos, vuelcan una saturación de postales de época que permiten al autor cartografiar, también con las dudosas exclamaciones de los personajes más emperifollados, la vida estival de Biarritz de los años veinte, magníficamente caricaturizada, y con no poco sarcasmo, con el entramado de sospecha criminal que se va abriendo paso entre el lujo, la candidez, el atolondramiento y las disipaciones sexuales. Aquí desfilan desde un periodista de prosa calamitosa, en alianza con un reportero gráfico que rentabiliza sus cámaras con la pornografía, hasta un piloto de globo aerostático o un lanzador de cuchillos, pasando por chicas del servicio doméstico, gendarmes, bailarinas de prostíbulo, un desmandado entrepreneur culturel y, a falta de otra denominación, una femme distinguée. Hay que decir que la novela se presenta como una traducción del francés.

Con esta cohorte de figurantes, José C. Vales arma un magnífico artefacto literario que es un alarde de sagacidad; y si a veces la prosopopeya de los declarantes se pierde en digresiones, es en esas periferias narrativas, más que en la sinuosa investigación, donde mejor resalta el talento del autor para la ambientación de aquella Biarritz fastuosa y desenfrenada.

Este año el Nadal descubre a un autor que solo había publicado otra novela, El pensionado de Neuwelke (Planeta, 2013). Ya no se puede alzar mucho la voz para decir que un premio es una consagración, pero sí que su proyección social asegura un lugar en el tumulto literario. Esperamos que no con la polvorienta fortuna que sacó al esforzado Georges Miet del anonimato.

Cabaret Biarritz. José C. Vales. Destino. Barcelona, 2015. 456 páginas. 20 euros (digital: 9,99).

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