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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por qué?

Los partidos no se limpian por dentro ni se remodelan, sino que cambian de lugar el mobiliario, hasta que ya es tarde y cae una imputación, un delito, otro asombro

David Trueba
Francisco Granados acude al registro de su casa en Valdemoro.
Francisco Granados acude al registro de su casa en Valdemoro.Claudio Álvarez

Al genial actor Alberto Sordi, cuya fama de tacaño rebasaba los límites de Italia, los periodistas solían preguntarle por qué no se casaba. Y su respuesta era formidable: “¿Acaso pretende que meta a una desconocida en mi casa?”. Los dirigentes del Partido Popular están tratando de hacer creer, tras una semana negra de detenciones por corrupción, que su gran defecto es no haber escuchado a Sordi, y haber permitido que se llenara su sede de grandes desconocidos. La más lamentable escenificación de la trampa dialéctica estuvo protagonizada por Esperanza Aguirre, que el lunes sintió asco por la corrupción y negó conocer a ciertos alcaldes imputados, pero el martes supimos que no solo conocía y trataba, sino que había promocionado.

Tiene razón Soraya Sáenz de Santamaría al tratar de desligar la corrupción dentro del partido con la labor del Gobierno. Así lo hizo el viernes tras el Consejo de Ministros y se entendió lo que quería decir. Pero esa corrupción no habría sido posible de no haber alcanzado esas personas poder institucional y cargos de gobierno. En el caso de Granados, tras perder la confianza de Aguirre por razones que entonces eran obvias para cualquier persona informada, la organización del partido le colocó en el Senado, institución a la que han desprestigiado ellos convirtiéndola en un depósito residual. Los partidos no se limpian por dentro ni se remodelan, sino que cambian de lugar el mobiliario, hasta que ya es tarde y cae una imputación, un delito, otro asombro.

Los españoles se preguntan por qué pasa esto. Y lo hacen a través de los medios de comunicación, que canalizan el descontento aunque finalmente lo aplacan con sobredosis de histeria. Hemos llegado a rozar la verdad del caso Granados gracias a los papeles de Hervé Falciani sacados de un banco suizo. No hay labor de vigilancia dentro de los partidos, sino de ocultación, y en el caso de la red Gürtel y Bárcenas, hasta destrucción de pruebas. ¿Por qué? Porque si se quisiera hacer limpieza de verdad caería la cúpula del Gobierno actual, tras años de convivencia conyugal en la sede del partido reformada con dinero negro. Así que escucharemos disculpas, ejercicios de contrición y propósitos de enmienda. Pero limpieza, denuncia y desenmascaramiento aún no toca.

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