Tarde de domingo lluvioso
'¿Quién manda aquí?' es un programa familiar con pocas pretensiones. Demasiado pocas
En otro tiempo no había en las casas más televisiones que habitantes, ni estaban la tableta ni la Play, ni tampoco echaban fútbol a todas horas del fin de semana, así que algunas familias pasaban tardes de domingo juntas, jugando al parchís o a las cartas, en vez de cada uno con su pantallita como ahora. En una tarde de domingo otoñal y lluviosa en la meseta, aprovechando que no había fútbol de Liga y que luego jugaba la Selección en el mismo canal, La 1 estrenó ¿Quién manda aquí?, su nuevo programa dedicado a que las familias jueguen juntas a algo, aunque ese algo no sea nada muy interesante, en competencia con otras. Entretenimiento familiar con mucho protagonismo de los niños a la sensata hora de las siete de la tarde, y no en el extravagante prime time español, que hace terminar de madrugada otros programas hechos por y para kids.
¿Quién manda aquí? trata de cubrir un hueco necesario con buenas intenciones pero poca ambición. Se nota. El formato viene precedido de gran éxito en un país tan diferente al nuestro como Turquía, y de una torpe polémica en España, después de que alguien dejara por escrito en las bases que no aceptarían a familias de homosexuales o monoparentales, lo que tuvieron que rectificar. El problema con las familias alternativas puede residir en que aquí manda un formato rígido en equipos de tres, padre-madre-hijo de 8 a 12 años, y en la primera entrega se mantuvo ese orden de toda la vida al gusto episcopal. Nadie acudió con su pareja y un hijo de una relación anterior, por ejemplo, aunque sea de lo más habitual en la calle; ya hemos dicho que nada de dos madres o dos padres. Queremos suponer que futuras entregas recogerán mejor la realidad social, pero en el debut dominó tanto lo tradicional que uno de los maridos dijo de su esposa, como lo que mejor la define, que es buena cocinera y se ocupa de todas las cosas de la casa (la niña enmendó que guisa mejor la abuela).
El concurso en sí agradará mucho a los turcos, pero dista de ser apasionante para el espectador nacional, que solo le dio un 7,5% de la audiencia, bien por debajo de la media de la cadena. Aquí cada miembro de la familia participa en una competición de las que se podrían improvisar en casa en el más plomizo de los domingos. A saber: lanzamiento de calcetines a una lavadora, traslado de una copa sujetada solo por una pajita, colocación de pelotas de ping-pong sobre otras pajitas (estarían de oferta) en una maceta; lanzamiento de vasos hasta el borde de una mesa sin que se caigan. Para próximos capítulos no se anuncia nada más impactante que un solitario de futbolín o una degustación de guindillas. Soportaremos la espera.
Un ritmo lento y una conducción nada más que correcta del presentador Javier Estrada no ayudan a enganchar a la audiencia aunque las ocurrencias de los niños arranquen más de una sonrisa. Al final, una familia muy competitiva y habilidosa ganó todas las pruebas y se llevó el prometido viaje familiar, en su caso a Italia. Lo disfrutarán, claro, pero hoy ese premio no es tan extraordinario como cuando tocaba a los ganadores del 1,2,3...
Ya casi nadie juega al parchís, aunque siga haciendo falta un entretenimiento familiar de calidad para soportar las tardes grises de domingo. No teman asustar a los niños: conocen el mundo que pisan; hace tiempo que siguen Modern Family, serie bien actual, o espacios más ágiles, gamberros e ingeniosos como El hormiguero. ¿Quién manda aquí? prometía un programa blanco que resultó también blando, insípido. Perfectamente olvidable.
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