India, el lento avance
El Nobel Amartya Sen y el profesor Jean Dréze analizan el desigual crecimiento del país asiático
A juicio de Amartya Sen, premio Nobel de Economía, y de Jean Drèze, profesor de Economía en Londres y Allahabad, India podría compararse a un hermoso jardín a cargo de un jardinero que, dejando que sus visitantes pisoteen las flores, después quisiera rectificar su negligencia regándolas con abundante agua. Esas flores, aplastadas por las enormes desigualdades sociales que una alta tasa de crecimiento económico, solo superada por la de China, no consigue eliminar, tarde o temprano se negarán a crecer si todo sigue igual. El problema, de hecho, es este: que ese crecimiento económico apenas tiene impacto real en las vidas de los más pobres, esos 400 millones no conectados a la red eléctrica, esos 300 millones de analfabetos; ese 90% sin acceso a servicios sanitarios gratuitos, o el altísimo número de niños gravemente desnutridos. Mientras el país ha crecido —tanto que se sueña y se vende como superpotencia—, la brecha entre los que se benefician del progreso y los que quedan excluidos se va agrandando de manera intolerable. Los autores emplean en varias ocasiones una significativa comparación: que India es al mismo tiempo California y el África subsahariana, una contradicción letal que podría poner en peligro a la mayor democracia del planeta.
Sen y Drèze, armados de innumerables estadísticas y gráficos, se muestran indignados por el hecho de que India salga tan desfavorecida, en la escala de indicadores sociales de las condiciones de vida, frente a países cercanos como China o Bangladesh. Lo atribuyen a varios males endémicos (en especial, la corrupción generalizada, que tiene, por dar un dato, a un 30% de los parlamentarios envueltos en investigaciones penales), al problema de las castas, a la devastación sistemática del medio ambiente y a la falta de implicación de los grandes medios (370 millones de periódicos diarios, más de 800 canales de televisión) a la hora de ofrecerse como viveros de ideas regeneradoras.
Los autores emplean una significativa comparación: que India es
Y, sin embargo, los autores son optimistas, sin dejar de reclamar su derecho a la impaciencia, y consiguen que uno salga de la lectura de su libro esperanzado. Porque detectan cambios, lentos pero significativos, en la gente, en las leyes e instituciones, en el uso de las nuevas tecnologías para controlar a los que abusan de su posición y en los nuevos hábitos mentales referidos a la cultura laboral. Y porque ven que hay zonas del país, sobre todo Kerala y Tamil Nadu, donde se están haciendo mejor las cosas, algo que podría extrapolarse al resto de Estados. Humanistas de la estirpe de Tagore (no en vano firman su prólogo en Santiniketan, la universidad fundada por el premio Nobel de Literatura), Sen y Drèze siguen confiando en que un progresivo mejoramiento de la práctica de la democracia, y una mayor sensatez para invertir los beneficios de su crecimiento, de abajo arriba en vez de al contrario —subsidiando a los que no tienen nada en vez de a los que tienen de sobra—, haga que este gran país florezca de nuevo para todos sus habitantes.
Una gloria incierta. India y sus contradicciones. Jean Drèze y Amartya Sen. Traducción de Hernando Valencia. Taurus. Madrid, 2014. 461 páginas. 22 euros.
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