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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ánimo

Las campañas electorales son estados de ánimo. Esto lo saben bien los políticos, que en lugar de expresar ideas demasiado complejas, lo que hacen es sacudir la pereza de los votantes

David Trueba

Las campañas electorales son estados de ánimo. Esto lo saben bien los políticos, que en lugar de expresar ideas demasiado complejas, lo que hacen es sacudir la pereza de los votantes. En las campañas por Europa los partidos españoles no saben muy bien qué contarle a la gente, así que acaban contándole las mismas cosas de España. Hablan del aborto, del secesionismo, del paro y de la desprotección social pero sin decir si Europa es la causa o la solución. Los líderes de las listas europeas lucen un poco como esas prendas de fondo del ropero, que te gustan porque sabes que se acomodan bien pero que no luces demasiado por si se nota que andan ya bastante gastadas. Pero cuando asistimos a los acelerones dialécticos, al enconamiento un poco postizo, sabemos que no lo hacen con mala fe, sino por crear un estado de ánimo.

Pero que nadie se crea que irradiar un estado de ánimo es fácil. Al Gobierno le cuesta un esfuerzo grande conseguir convencer a la mayoría de los españoles de que la crisis ya se ha terminado y que estamos en un repunte imparable. Han pintado las estadísticas del paro para que la gente se crea que la abuela aparcada en el pasillo de urgencias y los hijos sin empleo son los últimos síntomas de la herencia recibida. Mientras que la oposición, que carece de alternativa económica, le recuerda al votante, frito a impuestos, que el partido en el Gobierno tenía caja b y costeaba sus arreglos con dinero negro.

La situación geográfica de España en Europa simula un tipo agarrado a la cornisa de un edificio y a punto de desprenderse. Si nos pisan los dedos, España termina en África. Ese agarrarse desesperado es un bonito símbolo de la campaña, porque, por mal que nos trate Europa y por más que nos haya pegado una patada en el culo desde la azotea del edificio de mando, nosotros sabemos que no hay más alternativa que agarrarse como sea, seguir ahí y tratar de volver a poner un zapato en suelo firme.

No, no vamos a mandar a Europa a unos estadistas para dejarlos asombrados ni boquiabiertos, solo aspiran a levantar el estado de ánimo para que alguien vaya a votar.

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