Carril Espe
Lo grave en la trayectoria política de Aguirre tiene más que ver con sus decisiones sobre sanidad o educación que con su disparatada fuga de la policía
Meter la pata está al alcance de cualquiera. Basta dejarse guiar por el instinto equivocado, el desbarre, un pronto. Destinada una parte gruesa de los medios de comunicación a la repetición de los desatinos, cuando alguien tropieza se expone a la mofa. No somos generosos para conceder un espacio en el que pedir perdón, para corregir con presteza nuestra estupidez. Si el metepatas es un político profesional, corremos además a recordarle que tiene la obligación de dar ejemplo. Por todo ello, el caso de Esperanza Aguirre en su aparatosa huida de los agentes de movilidad que iban a multarla es goloso, pero no dejemos que nos ciegue.
Lo anecdótico resulta más importante que lo fundamental. Hemos oído comentarios que aseguran que después de su ciclogénesis delirante que le impulsó a fugarse de la policía, derribar una moto y guarecerse tras la protección de los dos guardias civiles que custodian su casa, Esperanza Aguirre ha terminado su carrera política. Sería lamentable que fuera así. Porque el asunto no deja de ser un chascarrillo patético. Lo grave en su trayectoria política tendría mucho más que ver con el acoso infundado contra los médicos del Severo Ochoa de Leganés, dentro de su campaña para privatizar los hospitales públicos. Por no hablar de la gestión de Telemadrid, que al día de hoy ha causado la desgracia de muchas familias y el deterioro irreversible del canal, además de pérdidas millonarias.
No faltan episodios de verdadera dimensión política que dejan lo de la multa y la persecución en un chiste. Quizá es más orientativa su actitud general. El detalle de dejar el coche en el carril bus mientras vas al cajero automático en pleno corazón de la ciudad, ese desprecio sobre los demás, la manipulación posterior, la sospecha generalizada de que los agentes pagarán un precio más alto por este incidente que la protagonista. Cuando alguien comete un error de conducta lo urgente es ofrecerle un espacio público para la reparación. Si no lo utiliza, multiplica su desacierto. En cuanto al juicio ajeno, lo sabio consistiría en no dejar que lo anecdótico acabe teniendo más calado que lo sustancial. El carril Espe en la política deja una peor estampa que su disparatada fuga en Callao.
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