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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Necrocultura

La necrológica suele tener un matiz generoso que no tienen otras formas de artículo. En un mundo competitivo, el detalle de morirse es algo que aprecian todos los supervivientes

David Trueba

La necrológica se ha convertido en la parte más jugosa de la sección de Cultura. No estaba pensado así, pero a medida que desciende la curiosidad, en favor del esfuerzo por aceptar el designio marcado sin rechistar, el análisis cultural encuentra un aliado puntual en la necrológica. La necrológica suele tener un matiz generoso que no tienen otras formas de artículo. En un mundo competitivo, el detalle de morirse es algo que aprecian todos los supervivientes. La necrológica de una persona relevante de la cultura es un modo de embalsamarlo. Si los periódicos servían para envolver bocadillos, la necrológica envuelve a personas.

Ha vuelto a suceder en la muerte de Germán Coppini, que lideró Golpes Bajos. Ese nombre y su tema más conocido, Malos tiempos para la lírica, son recursos sobreutilizados para definir al sector cultural en cualquier época. La muerte devuelve el interés perdido, la atención de los medios. La música española, que goza de salud creativa, no termina de encontrar acomodo en los medios, salvo aventuras muy especializadas o muy desnaturalizadas. Los Germán Coppini de hoy mendigan un espacio entre superventas, premios Grammy, divas en bañador y giras patrocinadas. Si ahora han anunciado su desaparición los mallorquines de Antònia Font intuimos que también su Batiscafo Katiuscas marcará a una generación como lo hizo, con familiaridad sonora, aquel No mires a los ojos de la gente.

Músicos no faltan, pese a que la crisis ha servido de nuevo para llenar bolsillos a la vez que vaciaba y desmontaba locales de música en directo, festivales, emisoras, tiendas e instituciones de recurso, ya sean la SGAE o distintas iniciativas para promover la música. Es importante prestar atención a lo que se hace hoy, para que la necrológica no tenga que ser siempre un lamento por las oportunidades perdidas o la desatención general y sí una celebración de la vida digna. De una tacada salen 50 nombres que merecen no una necrológica, sino un certificado de vida y salud en casi todos los palos de la música. La Nochevieja y el Año Nuevo son una necrológica y un natalicio. La primera es siempre amable. La segunda está escrita con sospecha y racanería.

Cambiar esa actitud sería un portentoso y pío buen deseo al comenzar el año.

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