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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

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La mayoría de la sociedad permanece pasiva y aguarda que los problemas se resuelvan como la lluvia, al paso de las nubes

David Trueba
El periodista Jon Sistiaga.
El periodista Jon Sistiaga.

En su última pieza documental para el Canal +, el reportero Jon Sistiaga nos presenta a los líderes de movimientos racistas y creacionistas en los Estados Unidos. Variantes todos de un mismo caldo de negación científica y reivindicación de raza superior, ofrecen casi siempre dos caras contrapuestas. La de un profundo ridículo y la de un amenazante odio. No está de más enseñarlos con cercanía, y más cuando en Europa, alimentado por una política de abandono ciudadano y desprecio de la solidaridad, crece el ultranacionalismo en su versión defensiva. En España se ha sumado además a la eterna polémica por el pasado reciente, con impunes reivindicaciones del franquismo desde alcaldías y recintos públicos, mientras es patente la impotencia de quienes reclaman una política de Estado en la recuperación de cadáveres de fosas ocultas de la Guerra Civil o la apertura de juicio a conocidos torturadores policiales.

Hace pocos días el enviado especial a España de uno de los periódicos más importantes del Reino Unido confesaba que le producía hartazgo informar sobre nuestro país. En un evidente retroceso, cada vez más la referencia de sus artículos entroncaba con el franquismo. En su opinión, en lugar de ir hacia un abandono de los referentes del pasado, se estaba produciendo lo contrario. La posición ideológica de la Guerra Civil de 1936 sintetizaba la actitud de muchos españoles sobre cualquier asunto de la actualidad, ya fuera política, cultural o social. Percepción que por venir de alguien extranjero y documentado sobre nuestro país adquiere una dimensión más preocupante.

La escalada termina con explosivos, como el que voló la alcaldía de Beade en Galicia, donde su titular representa otro de esos absurdos contrasentidos dentro de un partido democrático. A su impunidad, que en cualquier otro país habría sido cortada de raíz por sus superiores jerárquicos, se le enfrenta la de quienes se consideran legitimados para sumarle dinamita a su equivocada autoridad moral. La mayoría de la sociedad permanece pasiva y aguarda que los problemas se resuelvan como la lluvia, al paso de las nubes. Extraño proceso histórico este de nuestro país, para asombro de ojos extranjeros. Incapaces de llegar a un acuerdo sobre el pasado, en lugar de avanzar cada zancada se estanca más en un suelo de lodo.

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