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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Imborrable

Desde que hay magnetófono, radio y tele, borrar se puso cuesta arriba. Y de eso hace ya medio siglo, es historia. Ahora para borrar algo tiene que haber un terremoto

Juan Cruz
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy, en la Sesión de control en el Senado
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy, en la Sesión de control en el SenadoÁlvaro García (EL PAÍS)

Antes se podía borrar mejor lo que no querías que se publicara. Me refiero a los tiempos en que solo había papel. Había más tiempo. Desde que lo decías hasta que se imprimía pasaban siglos; ahora solo hay microsegundos desde que alguien oye una cosa y el instante mismo en que ya es cosa sabida por toda la humanidad.

Desde que hay magnetófono, radio y tele, borrar se puso cuesta arriba. Y de eso hace ya medio siglo, es historia. Ahora para borrar algo tiene que haber un terremoto. Vivimos en la época de la comunicación total y desbaratada. Porque todo está grabado, y si lo que has dicho no aparece en la radio aparecerá en la tele, y si la tele no lo saca, alguien se lo pasará a Twitter, Facebook o YouTube. Y terminará en el papel, por cierto, que es la madre de todas las batallas. No puedes tapar el sol. Tienes una alternativa vieja como el mundo: no digas sino aquello que puedas defender.

Se decía que una noticia es algo que alguien en algún sitio no quiere que se publique. Ahora las noticias son sobre todo habladurías, o declaraciones, y todas se graban, de modo que aunque alguien no quiera en algún sitio que esas palabras se reproduzcan en algún sitio aparecerán.

Lo que ha querido el equipo de Rajoy, que Bloomberg borrara lo que dijo de Bárcenas, es tan utópico como que Ana Botella hubiera conseguido que el cielo borrara aquello del “cup of café con leche”. Por lo que se ve en el vídeo de la interesante entrevista del presidente del Gobierno con la periodista norteamericana que lo interrogaba, el entrevistado se limitaba a poner mala cara y a responder a todas las cosas que le preguntaron. Luego, alguien de su entorno, o él mismo, pues para saberlo tampoco hay transparencia, decidió que en algunos puntos Rajoy no dijo lo adecuado. Sin tener otros datos que la atrevida intuición del televidente, a mí me parece que esa expresión —“hay cosas que no se pueden demostrar”— debió de atemorizar a los que vigilan sus palabras, pues los analistas acostumbrados a leer los labios podrían sacar petróleo.

Y con la ingenuidad bajo el brazo se dirigieron a la cadena para que lo quitara. A mucho se atrevieron, porque borrar ya no se puede. Vivimos en el mundo imborrable, y eso afecta sobre todo a lo que se dice no queriendo decir nada.

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