Operar
Nadie le va a negar a estas alturas a Telecinco su acierto para leer en la retina televisiva de nuestro país el camino más rápido hacia su sensibilidad de espectadores.
Nadie le va a negar a estas alturas a Telecinco su acierto para leer en la retina televisiva de nuestro país el camino más rápido hacia su sensibilidad de espectadores. Sería injusto criticar ácidamente lo que es un ejemplo de gestión a la medida del deseo primario del consumidor. Pero tampoco basta con admirarse de su éxito y de su pervivencia en el negocio, ante el fracaso rotundo de otros, sin aspirar a entender su modo de operar. El último ejemplo sucede el sábado por la noche. Allí la tertulia política y social, capitaneada por Jordi González, ha dejado paso a un reducto más expansivo, centrado en la lujuria nacional por los famosos. Ahora pelea por levantar la audiencia de un programa titulado, de modo contundente, Abre los ojos... y mira.
Rota la veda sobre la Casa del Rey, que ha visto en apenas un lustro cómo pasaba de ser cazador a pieza de caza, los medios nacionales nos contaban la ampliación de la orgía quirúrgica a la que está sometido el rey Juan Carlos. Por su gesto se entiende un cierto hastío que algunos quieren ver como invitación a abdicar y que otros, más sutiles, tan solo perciben como el fastidio por no poder gozar de un área de impunidad, hoy transformado en jaula de cristal. Pero Telecinco, intuyendo que las operaciones de cadera de una persona mayor son un plato habitual en la dieta de toda familia española, prefirió dar un giro al quirófano televisivo y centrarse sobre las operaciones de estética de la princesa Letizia.
Con ese tono estudiado de un Vanity Fair escrito por los redactores del Cuore y esa argucia televisiva de añadir charcutería gruesa al Corazón, corazón, se citaron expertos, aficionados y afectados de la cirugía cosmética en un debate por acumulación y a lonchas. Recientemente la actriz francesa Emmanuelle Béart arrancaba una campaña para prevenir los desmanes de la cirugía plástica, colocándose como ejemplo del desastre, en un acto de valentía y rigor. No sé si Telecinco tendría que haber buscado tan arriba en la aristocracia nacional para centrar el debate o hubiera sido de mayor justicia centrarse en el rostro de Berlusconi, también expresivo campo de batalla de un rasgo común de nuestro tiempo: el miedo.
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