Dinero
La inquina de quienes creen que el sueldo de Ronaldo es elevado se atenúa por el interés que despierta
Que el dinero no da la felicidad lo saben hasta los banqueros, que por eso lo acumulan sin esperar a cambio otra cosa que más dinero. Es la ausencia del dinero la que no acaba de catalogarse como estado de ánimo. Por eso aceptamos las palabras de Cristiano Ronaldo en su renovación con el Real Madrid, cuando aseguró que el dinero no era lo más importante. Un colchón de aproximadamente 21 millones de euros al año ayuda a encontrar otras cosas más fundamentales en la vida. La inquina de quienes creen que el sueldo es elevado se atenúa por el interés que despierta y a juzgar por el espacio en los medios, las portadas de periódicos serios y la relevancia en los informativos, el problema no lo tiene él, sino que se lo deberían hacer mirar los demás.
Durante el verano hemos asistido a la impresionante capacidad de convocatoria de las presentaciones de futbolistas. El acto consiste en verle ponerse la camiseta y dar tres patadas al balón, pero en diferentes ciudades se han arracimado miles de personas para presenciarlo. Ya quisieran tanta expectación actos un poco más esforzados o formativos. No creo que nunca un Hamlet maravillosamente interpretado o un aria de Mozart hayan convocado tanto entusiasmo popular. Y ante demostraciones así, solo nos queda una opción, seguir admirando al ser humano por su capacidad para, frente a declaraciones masivas tan transparentes de por dónde va el interés general, seguir esforzándose por dar con una vacuna nueva o un microchip más útil.
La renovación de Ronaldo, que además lució idénticas gafas a las que llevaba yo en la facultad y me valieron el desprecio de todas las chicas interesantes y la mofa de todos los compañeros ingeniosos, es la confirmación de su valor. El equipo no ha jugado a casi nada en estas temporadas, pero mientras eso arruinaba el enorme talento de Özil, Cristiano se alzó como un solista asombroso que además alcanzó la madurez al plantarse ante el entrenador y recordarle sus vitales 50 goles por temporada. El dinero no da la felicidad, pero a los aficionados madridistas ese sueldo astronómico les garantiza unos gramos de felicidad que irradiará desde el estadio hacia gente que lo único que encuentra afuera es ruina, desidia y dificultades.
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