'Hell on wheels', un infierno entre vías que huele a pólvora
"La vida en la pradera no vale ni la pólvora que usas para mandarlo todo al infierno". Así dicen los habitantes de Hell on wheels y de esta forma tan acertada comienza su crónica sobre la vida en ese campamento nómada a la sombra de un ferrocarril la periodista del New York Tribune Louise Ellison (Jennifer Ferrin), uno de los nuevos rostros que podremos ver en la tercera temporada de la serie que emite el canal AMC. En esta nueva etapa, que se estrenó en Estados Unidos el pasado 10 de agosto (en España ni siquiera sabemos si llegará), muchas cosas han cambiado respecto a lo ya visto, pues el último capítulo de la segunda temporada marcó un importante punto de inflexión de la historia que a muchos fans incluso hizo dudar de la continuidad de la serie. Y eso que parecía que la ficción estaba condenada a la desaparición, ya que en la pasada temporada la audiencia apenas sobrepasaba los tres millones. Pero Cullen Bohannon ha vuelto y el ferrocarril de la Union Pacific continúa su construcción a lo largo del peligroso, desértico y apasionante oeste norteamericano.
"Todos los hombres llevan un arma, que se puede conseguir por menos de tres dólares, un cuchillo y van a la iglesia los domingos", reza la crónica de Ellison. Y es que lo interesante de Hell on wheels es el lugar en el que nos sitúa, el contexto histórico que rodea a una trama cruenta en un mundo que todavía no ha dejado de sangrar por las heridas que la devastadora guerra ha causado.
Pero para quien no conozca aún esta producción, primero situémonos. Nos encontramos en 1865, el presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln acaba de morir asesinado mientras se encontraba en el teatro y la nación comienza a reconstruirse tras una cruenta Guerra Civil que ha traído con ella muerte, odio y la liberación del hombre negro como esclavo. En ese instante también comienza la construcción del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos cuya misión era unir el este del país con el océano Pacífico. En el centro de la trama, dos hombres: Cullen Bohannon (Anson Mount), un exsoldado confederado que busca venganza por los crímenes que cometieron contra su familia durante la guerra, y Thomas C. Durant (Colm Meaney), un empresario, encargado del ferrocarril, que pretende enriquecerse con este proyecto a toda costa.
A medida que vaya avanzando la vía también lo harán los problemas: choques con los indios que no quieren verse despojados de sus tierras milenarias, confrontaciones racistas por parte de los blancos que se niegan a aceptar los nuevos derechos de los esclavos liberados, almas corrompidas por el alcohol y la lujuria que chocarán con el puritanismo más férreo del colono americano... Y todo ello siempre con el revólver en la mano, el cigarro humeando en la boca y la botella de whisky en la barra para celebrar o condenar un día más. Estas características estarán muy presentes en la nueva temporada de Hell on wheels, como ya hemos podido comprobar en el doble episodio que se estrenó el pasado 10 de agosto. En este capítulo vemos a un Cullen Bohannon destrozado y afectado psicológicamente por los hechos ocurridos en el último capítulo de la segunda temporada (titulado 'Blood Moon Rising') y que tras luchar con su lado más salvaje decide ponerse en marcha de nuevo para convertirse en el Ingeniero Jefe del ferrocarril y completar el tramo que queda de construcción.
Para ello contará con la ayuda de su complicado, aunque ante todo camarada, Elam Ferguson (interpretado por el rapero Common), que espera junto a Eva (Robin McLeavy), la exprostituta marcada por los indios, un bebé. Por otro lado está el señor Durant, quien arruinado y encarcelado por estafar con el dinero del ferrocarril, busca, cual ave fénix, resurgir de su miseria y recuperar todo lo que un día fue suyo y le convertía en un hombre temido y poderoso. Para ello no dudará en contar con la "ayuda" de los políticos y jueces que conforman el frágil Estado, sumido en una notable crisis de identidad. Tampoco podemos olvidarnos de los hermanos irlandeses Sean y Mickey McGinnes, envueltos en el negocio de la prostitución y con oscuras alianzas en la sombra, ni de la dulce Ruth, la predicadora cristiana, hija del reverendo Cole, que ahora deberá hacer frente sola a la pecaminosa vida de Hell on wheels.
Unos personajes atrayentes, una historia singular... Son varias las razones por las que esta serie puede llegar a enganchar y a convertirla en una más a seguir con religiosa devoción como pudieran ser, por ejemplo, Juego de Tronos o Breaking Bad.Pero en esta ocasión no nos gustaría dejar pasar alto, ahora que estamos a las puertas de una tercera temporada, dos elementos que también hacen que merezca la pena tomarse un poco de tiempo para disfrutar de esta ficción. En primer lugar, el observar el modo de vida de la población estadounidense en la segunda mitad del siglo XIX. Lejos de la trama principal, el espectador puede observar de forma concreta y cercana cómo vivían estos ciudadanos, supervivientes de una guerra sangrienta y feroz que buscaban un futuro en un nuevo e infinito territorio lleno de posibilidades, pero también, de muerte y dolor. Si la relación entre el hombre negro y el blanco tardó casi un siglo en consolidarse en EE UU, ¿cómo eran en los primeros años tras la abolición de la esclavitud?Hell on wheels es una ventana para poder ser testigos de la segregación racial de la época así como de los conflictos morales y sociales que surgían a raíz de la unión entre una hombre y una mujer de diferente raza. O del temor a un enemigo salvaje, peligroso y desconocido como eran las tribus indias, a las que había que silenciar y eliminar sea como fuere para poder continuar con el progreso occidental. O la lucha de un padre mormón que debe cuidar de sus hijos y de sus esposas en su granja construida en medio de la nada para evitar que el gobierno estadounidense se la expropie y así facilitar la construcción del ferrocarril.
El otro aspecto a tener en cuenta es la música. Una banda sonora que, como toda producción del género western, debe competir con esas sintonías que tenemos guardadas en la memoria del genio compositor Ennio Morricone en la famosas películas de Sergio Leone (especialmente las protagonizadas por Clint Eastwood). Sin duda, Hell on wheels ha sabido narrar musicalmente su historia. La intro de la serie ha sido compuesta por el argentino Gustavo Santaolalla, ganador en dos ocasiones del Oscar a la mejor banda sonora (Babel y Brokeback Mountain) y nominado al Emmy por la canción que da comienzo a esta serie. El resto de las melodías y las canciones que podemos escuchar han sido compuestas en su mayoría por Kevin Kiner y se caracterizan por los sonidos de los acordes de guitarra acompañados de una incondicional melodía de violín que son capaces de transmitir el frío de la estepa más gélida, así como la situación más tensa con el revólver en mano y la frente empapada por el asfixiante calor.
Con todos estos elementos de fondo, la tercera temporada de Hell on wheels se centrará en la evolución del personaje de Cullen Bohannon que luchará por progresar, a su ruda manera, en un mundo salvaje donde el peligro, las conspiraciones y la corrupción están a la orden del día. Es por ello que si quieren disfrutar de un buen western seriéfilo, ajústense el sombrero, ensillen bien a los caballos y tengan siempre el revólver cargado y a mano para disfrutar de este infierno entre vías que huele a pólvora y sabe a conquista.
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