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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Del clima

El mensaje optimista del presidente del Gobierno se sigue abriendo paso en cada telediario, en lo que podríamos considerar un esfuerzo de redecoración mental

David Trueba

El mensaje optimista del presidente del Gobierno se sigue abriendo paso en cada telediario, en lo que podríamos considerar un esfuerzo de redecoración mental solo al alcance de las más grandes multinacionales del mueble y la moda. Pero las lluvias y el mal dato meteorológico se empeñan en contradecir tanta llegada del buen tiempo. De seguir así, es posible que comiencen las acusaciones contra los hombres del tiempo y la apertura de juicio contra el fabricante de los mapas de isobaras. Son armas que el Gobierno tiene a su alcance, porque ya recordarán que el ministro Montoro salió al paso de algunas declaraciones de actores diciendo que esos profesionales evadían impuestos y en otra ocasión acusó de no declarar a Hacienda a los diputados que le llevaban la contraria en el Congreso.

Todo esto también ha vuelto a la memoria de los pocos españoles que no andan desmemoriados, al escuchar al propio Montoro lavarse las manos en el disparate registral y tributario en torno a las fincas adjudicadas presuntamente a la infanta Cristina. Que el ministro diga ahora que él no tiene datos de la Agencia Tributaria viene a confirmar que en las ocasiones anteriores hablaba de oídas o, lo que es peor, que su intención era tan solo malmeter contra cualquier gremio que no grite guapos a los comandos que ejecutan los desahucios.

Pero sin duda el optimismo obligatorio que difunden las autoridades tras aplaudir a rabiar que la realidad machacara el optimismo antropológico del anterior presidente, tiene un enemigo mayor que los varios ministros trabalenguas. Y es el permanente agravio de ver cómo la igualdad en nuestro país está amenazada. Jóvenes estudiantes universitarios que han pasado de becarios a precarios por culpa de tasas abusivas con las que costeamos otros desmanes. También la pequeña empresa ve cómo el dinero que hemos inyectado a los bancos se esfuma sin que el crédito llegue a quien de verdad reactiva la economía real, aún en encefalograma plano por desgracia. Se suma a la percepción de que es más caro financiarse en el sur de Europa que en el norte. Quizá por eso no terminamos de sentir el calor, la crisis está resultando ser todo un cambio climático.

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