Justos, además de jueces
Un tal Baltasar Garzón abrió montones de frentes en su guerra contra demasiadas y poderosas barbaries
En la sobrevalorada película Z, más impactante por su temática que por su desarrollo estridente, existía algo perturbador que te invitaba a creer en la honesta administración de la justicia. El juez que procesaba y condenaba a la cúpula militar por el asesinato de un líder de la izquierda, y que más tarde instaurarían con un golpe de Estado la dictadura en Grecia, no militaba en posiciones progresistas. Era una persona de derechas. Se supone que afín al pensamiento de esos tipos a los que se había decidido encarcelar, pero su ideología no nublaba su profundo sentido de la justicia.
Dos magistrados que sabían que si hacían lo que debían hacer, la Mafia, estratégica aliada de las cloacas del Estado y con sabrosos negocios comunes con una parte notable del poder político, se los iba a cargar en breve, acorralaron a los capos y consecuentemente lo pagaron con su vida. Se llamaban Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Ambos eran sicilianos, conocían inmejorablemente los códigos, mecanismos y rituales de los salvajes hombres de honor. La ideología del muy inteligente y bravo Falcone no era transparente, pero Borsellino nunca tuvo problemas en declarar que era una persona de derechas. Ante todo, defendían la legalidad y la justicia. Y tenían muy claro que los auténticos malos la transgredían continuamente. Y luego, pensaban lo que les daba la gana sobre el universo.
Un tal Baltasar Garzón abrió montones de frentes en su guerra contra demasiadas y poderosas barbaries. Acorraló a delincuentes de todo tipo de ideologías, e incluso a algunos que no tenían ninguna, exceptuando su incondicional amor por la pasta ilegítima. Y pensabas con estremecimiento que a este juez tan necesario como temible le intentaría asesinar un espectro muy amplio de enemigos. Afortunadamente no ocurrió. No voló por los aires. Se limitaron a destruir su carrera mediante una siniestra condena por prevaricación en las escuchas del vertedero de Gürtel. Qué paradoja tan graciosa. El único condenado en esa trama abyecta fue el hombre que la persiguió. Ninguno de los gánsteres que la crearon o se alimentaron de ella.
Cuentan que los magistrados conservadores han tomado el poder en el Tribunal Constitucional. Que tiemblen las pecadoras que se atrevan a abortar. ¿O no? ¿Y si estas personas de derechas fueran racionales, sabias y justas? Soñar es gratis.
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