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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trampear

David Trueba
Trabajadores de Telemadrid.
Trabajadores de Telemadrid.Samuel Sánchez (EL PAÍS)

La desautorización judicial del ERE en Telemadrid demuestra que la crisis financiera es muy a menudo un socorrido recurso para seguir trampeando con el dinero público, en lugar de emprender las reformas verdaderamente necesarias. El grito de alarma que llega desde la calle, se transforma en muchos despachos oficiales en una ventaja para seguir imponiendo sus mentiras. La gran mentira consiste en degradar los servicios públicos mientras no se ahorra en colocaciones a dedo, asesorías inútiles y se evita la transformación de las estructuras para acercar un futuro mejor. Que en una televisión pública se dilapide el dinero sin rendir cuentas de calidad y cuando llega la hora del cilicio sean los trabajadores técnicos quienes paguen el desaguisado tendría que provocar al menos el asombro, pero solo prolonga la perplejidad y el silencio.

Que la reforma propuesta tras la debacle premie a los directivos y castigue a los profesionales no solo no levantó ni un rumor ciudadano, sino que además aumentó las voces que reclaman que deje de existir la televisión como un servicio público. Es algo así como si los conductores que respetan las normas de tráfico tuvieran que pagar en colecta las multas de los que se saltaban las reglas y además aceptaran que se cerraran las autopistas como solución. No es tiempo de reflexión sino de histeria, y en ese caldo emocional siempre ganan los más atrevidos y los más descarados.

La decisión de los jueces va a ser solventada por un desembolso de dinero mayor. Lo cual confirma que la generosidad de los políticos es siempre infinita cuando se trata del dinero ajeno. Pero el cuestionamiento del futuro, la construcción de unos canales públicos racionales y útiles, eso no parece interesarle a nadie. Las televisiones ejercen de ventanilla al mundo. Lo que interesa es que sean opacas, ciegas y sin vistas. Que sus trabajadores sean tratados como mercancía a la que no se respeta es grave. Pero que los espectadores sean despreciados como un estúpido rebaño aún es peor. La historia de esta crisis se expresa de manera transparente en ese expediente laboral de Telemadrid. Los culpables ejercen de sanadores y las víctimas pierden sus derechos porque la situación es de extrema gravedad. Nunca la desgracia fue tan oportuna.

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