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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Concursantes

David Trueba

Hay una España que pelea por sus derechos en la calle, que ha entendido que la reforma consiste en devolverle dentro de un par de años al mismo sitio que ocupaba, pero con un tercio del sueldo, ninguna de las garantías laborales ni la protección social fundamental. Lo más duro de esta verdad es verse vapuleado por las mentiras, como dentro de una lavadora que mancha. Así, Ana Mato usa el feminismo de paraguas y Montoro dice que no sabe si Bárcenas se acogió a la amnistía fiscal, pero sí que los actores son tan malos que han tenido que subir los impuestos por culpa de ellos. Si el pacto anticorrupción nos obliga a tragar con personajes así, en plena verbena de escándalos, me temo que la hemorragia no terminará hasta desangrarnos.

 En este panorama hay una España que concursa. A ver si la tómbola le arregla las cuentas. Al contrario de lo que dice la leyenda, en épocas de crisis no aumenta el juego, sino que también se reduce; lo que aumenta es nuestro convencimiento de que la única salvación depende de la suerte. En contextos así, el personaje televisivo más apreciable de los últimos meses ha sido Arturo Valls, que desembarcó en Tu cara me suena de Antena 3 dispuesto a reírse, desinhibido y abierto. Superó ese componente de terror del programa, con caracterizaciones de museo de cera, gracias a la frescura oxigenada y a un ejemplo glorioso de actitud libre frente a los corsés.

Pero la concursante del mes ha sido una joven Lillit en Pasapalabra, apenas llegada a España hace unos años, de padres armenios y que era capaz de mostrar un dominio del lenguaje y de conocimientos variados, que justificaban por sí la verdad de que la emigración siempre mejora un país. Tras veintitantos programas fue derrotada sin lograr un rosco de más de un millón de euros. El rosco de Pasapalabra es el gran programa cultural de su cadena, Telecinco, su Apostrophes, su Encuentro con las letras. En un país cuyas instituciones rebosan de tipos que se han pasado de listos, se aprecia enormemente atisbar a alguien inteligente. Como son inteligentes quienes saben leer la verdad del tiempo que estamos viviendo, patroneados por una pandilla de listos.

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