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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Peatones

David Trueba

La foto muestra a tres niños palestinos con sus mochilas escolares escribiendo en la pizarra de un aula de Gaza, bombardeado y destruido por el ejército israelí. La pizarra tiene tres boquetes enormes y los pupitres están sepultados bajo el techo caído. Obviamente los niños han ido allí para que les tome la foto el enviado de AFP, agencia que la reparte. No están en clase, porque no tienen clase. Allí nadie puede ir a clase. La foto es contundente. Tan contundente como las imágenes de los ejecutados por colaboración con los servicios de información israelí y que enfebrecidos palestinos arrastran en sus motos para júbilo del vecindario.

Los estallidos entre palestinos e israelíes propician siempre una batalla mediática paralela que pretende obligarnos a renunciar a cualquier análisis racional entre la gozosa propaganda bélica de ciertos articulistas. Depende desde el agravio original que se elija, que puede remontarse a dos mil años atrás o un incidente de hace apenas tres horas, las conclusiones son o estás conmigo o estás contra mí. Pero los medios alumbran cuando informan no tanto de desmanes violentos, sino de la vida cotidiana. En el Telediario del sábado, los pescadores palestinos de Gaza contaban cómo pese a gozar de un acuerdo internacional para pescar hasta dentro de un área de 20 millas, las patrulleras israelíes les controlan para no pasar de la tercera milla a partir de la costa. Asuntos que se reiteran hasta la saciedad en una economía imposible.

En los territorios ocupados, sobrepoblados y mantenidos por la beneficencia internacional y las organizaciones que aprovechan la precariedad para expandir su poder ideológico, no hay hueco físico para que un bombardeo sea selectivo. La Autoridad Palestina, otro de los muchos eufemismos del conflicto, está desautorizada de manera gráfica con sus edificios de Gobierno aplastados en reacción al terrorismo contra intereses y población israelí. En la cercana celebración de una votación en Naciones Unidas para el reconocimiento del estatuto palestino, los políticos tienen otra oportunidad de avanzar un paso que bombas y misiles quieren condicionar. Vázquez Montalbán llamaba peatones de la historia a los que parecen vivir bajo el único sino de ser atropellados. Aquí se trata de reconocer a los gazatíes, al menos, el derecho al estatuto de peatón.

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