‘Metrópolis’ prefiere los tangos
Un documental reconstruye las vicisitudes de la copia argentina del clásico de Fritz Lang, aparecida en 2008 con la versión más completa
Que la copia más larga que exista de Metrópolis, el clásico de 1927 de Fritz Lang, y la que probablemente más se acercara a la intención de su director, estuviera durante ochenta años en Buenos Aires, da para una historia casi tan fascinante como la película. Casi, porque Metrópolis es uno de esos títulos prodigiosos que hacen avanzar con pasos de gigante el arte. El domingo (19.05, después se emite el filme) TCM Autor (dial 46 de Canal +) emite Metrópolis refundada, un documental sobre cómo —simplificando— en 2008 este filme de ciencia ficción pasó de durar 93 o 113 minutos, según la versión, a 150 minutos.
Hoy sábado se celebra el día mundial del Patrimonio Audiovisual, un patrimonio que desaparece por segundos, ante la volatilidad del nitrato, soporte en que se realizaron las copias de las películas de los primeros cincuenta años del siglo XX. En Argentina, apenas se conservan una docena de filmes mudos, pero allí apareció la copia más larga de la que se tiene constancia de Metrópolis, gracias al amor al cine de un distribuidor, Alfredo Wilson, y de los siguientes dueños de la copia. Para entender el milagro del descubrimiento, hay que recordar que durante las primeras décadas del siglo XX nadie se preocupaba en conservar la obra original. Cuando en enero de 1927 se estrenó Metrópolis, a los exhibidores alemanes sus 210 minutos les parecieron excesivos. Y empezaron a cortarla: en algunos casos se proyectó con solo 93 minutos. Alfredo Wilson era el dueño Terra Films, una distribuidora argentina de cine, y él vio extasiado Metrópolis a los pocos días de su estreno, con lo que compró una copia con el primer tamaño del filme, 153 minutos. Si la hubiera adquirido meses más tarde, en verano, se habría llevado una versión de 113 minutos. La copia cambió diversas veces de manos (un coleccionista, Manuel Peña Rodríguez, la adquiere en 1942 y la conserva hasta finales de los sesenta) e incluso de formato: ante el miedo de que su soporte original, en nitrato, se deteriore irremisiblemente, la pasan a 16 milímetros, con lo que su formato original de 35 milímetros se perdió.
Además, en aquella época, se rodaba la película con varias cámaras a la vez, o se guardaban todas las tomas de una plano, y así se tenían varias copias —en la actualidad, de un master se sacan las copias—. Eso, al inicio del sonido en el cine, llegó al paroxismo con rodajes con el mismo director y decorados y diversos actores según los idiomas. Por eso, la copia argentina de Metrópolis es distinta en un 80% en la colocación de la cámara, en la duración y encuadre de los planos. “Se ven interiores de casas, su trama es más coral, aumentan las relaciones entre hombres y no se centra tanto en el romance”, cuenta Fernando Martín Peña, el restaurador que desde 1996 sospechó que la copia bonaerense era más larga... pero no le dejaron verla hasta 2008. Durante esos años, esta copia, que estaba en el Museo del Cine de Buenos Aires, estaba empaquetada porque el centro cambió varias veces de sede... y de directores. La historia cambia en 2008, cuando Paula Félix-Didier, recién nombrada directora del Museo de Cine de Buenos Aires, y que conocía también la historia, le deja la película. A partir de ahí, los contactos con Alemania, con la Filmoteca alemana y la Fundación Murnau, realizados a través de uno de los grandes de la restauración cinematográfica, el español Luciano Berriatúa (suya es la impresionante labor de resurrección de Nosferatu), que ve un vídeo con la versión argentina y les abre las puertas germanas: "Lo más bonito de este hallazgo es que nos da esperanzas de seguir encontrando más películas". El sello final de autentificación lo da Enno Patalas, el gran historiador cinematográfico alemán.
Patricia Félix-Didier remata el documental con una frase emocionante: “Cuando me voy a la cama y pongo mi cabeza sobre la almohada me digo: ‘Yo encontré Metrópolis, yo encontré Metrópolis”.
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