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Columna
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Gorrito

David Trueba

Los resultados electorales en Galicia y País Vasco han sido tan previsibles que lo destacable es quién no los quería ver. Por más que mucha gente insista en negarlo, los conservadores de Rajoy tienen apoyo claro de los votantes y los nacionalistas vascos han utilizado el agravio del pacto entre PSOE y PP para apearlos del poder con contundencia en su feudo. Ahora mismo Rubalcaba necesita hacer algo similar a lo que ha hecho Fidel Castro. Asomar en una foto con gorrito de paja y gritar a los cuatro vientos: oigan, señores, que aún no me he muerto. Es posible que a Rubalcaba le quepa España en la cabeza y nadie duda de su astucia e inteligencia, pero con eso no se ganan elecciones. Votar tiene algo de la búsqueda de la pareja perfecta: un marido responsable pero también sexo salvaje. Los candidatos socialistas ofrecen un matrimonio gastado para los votantes de izquierda, que son infieles y quieren alegría para su cuerpo.

Lo peor del hundimiento socialista es que no ha tocado fondo. Catalunya se presenta ahora para ellos como ir al dentista con los puntos de sutura de la operación de apendicitis aún sin quitar. Su candidato, Pere Navarro, ha sido un alcalde estupendo en Tarrasa, pero el socialismo catalán parece un invitado de piedra en el baile de estas elecciones con sabor a plebiscito. Ocupar el poder sin fundamentos es el camino más recto hacia la derrota. Y toda derrota inapelable tiene su origen en una victoria frágil.

Por volver a Cuba, Rubalcaba es capaz de no utilizar el caso Carromero y la muerte de Osvaldo Payá para perjudicar a su rival electoral. Imaginen lo que la prensa de derechas y los líderes conservadores más afanosos habrían dicho si detrás del volante hubiera estado un joven socialista sin puntos de carnet. Envidado por la antipolítica a su izquierda y por el pragmatismo a su derecha, los socialistas necesitan empezar a convertir en útiles las derrotas que aún les quedan por delante. Las de ahora solo dejan inercia y desafección. Cometería un error si se tira al monte, no tiene credibilidad para ello. Necesita formación, estudios, iniciativas, nuevos planes, y asumir las minorías como una inversión para algún día regresar a las mayorías.

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