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Zinemaldia

"Durante el festival de cine de San Sebastián no era fácil sentir la dentellada que la situación económica está pegando a las piernas de la cultura nacional"

David Trueba

Durante el festival de cine de San Sebastián no era fácil sentir la dentellada que la situación económica está pegando a las piernas de la cultura nacional. Allí han lucido y sido premiadas películas asentadas en talento español: La ganadora francesa, que está basada en una obra teatral que Juan Mayorga estrenó en el Círculo de Bellas Artes con Ramón Barea de protagonista, y directores, técnicos y actores, como José Sacristán por su bordado papel en El muerto y ser feliz, un viaje feliz entre la decadencia y la febrilidad con sabores al narrador uruguayo Onetti. La habilidad para disfrazar los recortes evidencia la pasión y la entrega de quienes ponen en pie el festival y por extensión de quienes siguen poniendo en pie el arte y la cultura bajo la bandera del abandono. Esta bandera es la única que hondea en nuestro país, por más que no paren de hablar de banderas y patrias todo el santo día.

Si uno asistía a la entrega del premio Donostia a John Travolta y miraba el vídeo de anteriores galardonados, Bette Davis, Robert Mitchum, Fernán Gómez o Jeanne Moreau, no podía evitar pensar, lástima que no me hubiera tocado venir alguno de esos otros años. La entendible estrategia de conceder premios a actores de la industria americana que están de paso promocional sirve para analizar la verdadera hondura de la crisis. Tuvimos suerte de que no pasara por allí Steven Seagal y sí Dustin Hoffman, que elevó el listón hasta donde siempre nos gustaría ponerlo.

Cuando escuchamos hablar del mecenazgo o de participación de las empresas privadas en la cultura se nos olvida analizar que la estrategia del dinero tiene poco que ver con la libertad creativa. Mucho menos aún con la transgresión, el riesgo y la voz propia, valores modélicos de esos oficios. Permitir la respiración de lo contemporáneo no está entre las prioridades del dinero. Lo mejor de la cultura seguirá naciendo bajo la intuición suicida de los francotiradores, lo otro tendrá más que ver con el negocio y el consuelo de los homenajes tardíos a trayectorias vapuleadas. Goya, Picasso o Buñuel ya comprendieron que para un artista español es difícil trabajar y morir en tu tierra. Eso sí, te patrocinarán la retrospectiva.

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