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Juan Cruz

Antonio (Taco) Larreta y Sancho Gracia le dieron al bandolero Curro Jiménez un grado de sofisticación que convirtió la serie, ahora repuesta por Televisión Española, en un memorable ejercicio de honestidad televisiva. El capítulo que TVE repitió para rendir homenaje al gran actor fallecido es un ejemplo de esa preocupación que el guionista (un dramaturgo importante, un novelista sumamente inteligente y culto) puso en la reconstrucción de un personaje que realmente existió y que fue señor de los caminos de Ronda en el siglo XIX. En este caso, Curro Jiménez trata de recuperar un libro que contenía las claves para alcanzar un tesoro; el libro había sido robado por un bandolero traidor. Esa es la síntesis de la peripecia. El cuidado con que Larreta, Sancho y sus cómplices (Álvaro de Luna, José Sancho…) cumplen el cometido de darle encarnadura a la ficción marcó una época a la que ahora la ausencia del actor que la propuso le confiere una enorme carga emotiva.

La serie está siendo repetida en las vacas flacas de las arcas de la producción televisiva. Y esta oportunidad ha sido agarrada por los pelos para asociar a Curro —que robaba a los ricos, y a otros bandoleros— con lo que ha pasado recientemente en algunos supermercados andaluces. Aquí se agarran las metáforas por el rabo. Ni Curro haría ahora esto (decía Sancho que los curros de ahora van de traje y guante blanco), porque no lo hacía entonces, ni es lo mismo vivir en aquellas serranías de los señoritos que en un Estado democrático en el que cualquier trámite, incluso el trámite de robar, ha de ser valorado según lo que mandan las leyes constitucionales. Famélicos o no, los delitos (los de robar, cualquier delito) son delitos, y han de ser juzgados y perseguidos en lo que supongan de violación alevosa del derecho de otro. Por muy simpáticos que nos parezcan los ladrones. Robar no es una gracia; es una desgracia, pero también para el robado. Es cierto que no hay que exagerar las notas (ni policiales ni judiciales), pero lo que no se puede aceptar es que demos por descontado que lo que le desagrada a la derecha que gobierna le tenga que parecer bien a la izquierda que se le opone.

Y, sobre todo, que no se tome el nombre de Curro en vano.

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