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Columna
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Restos

David Trueba

La serie Apocalipsis, que recorre la Segunda Guerra Mundial, es uno de los mayores reclamos del canal National Geographic. De producción francesa, ha coloreado las imágenes de archivo para enlazar un documento visual muy impactante. Para muchos especialistas, las condiciones económicas críticas de buena parte de Europa contribuyeron a desencadenar el ascenso del nacionalismo y la manipulación de los agravios históricos hizo el resto. La pertinencia de una televisión que sirva de recordatorio y fuente de conocimiento se nos olvida aplastada por la rentabilidad más urgente y fácil. Los espectadores que se sientan ante los episodios sintéticos y bien estructurados no solo obtendrán ese desasosiego por los tiempos no tan lejanos, sino un estímulo visual evidente.

Algo parecido sucede en los cines, donde el espacio para documentales es escaso y precario. En España la cartelera deja cada año agujeros negros de producciones que jamás logran sitio. Cuando ya sospechábamos que el penúltimo documental de Werner Herzog no llegaría a nuestras pantallas, se le ha abierto un hueco. La cueva de los sueños olvidados filma las pinturas rupestres más hermosas que se puedan apreciar. Rodada en tres dimensiones dentro de las cavidades de Chauvet nos muestra una joya inmortal. Cuando el realizador abandona la parafernalia organizativa y ciertas aportaciones acientíficas, que pueden ser sugerentes pero resultan precariamente justificadas, descubrimos la obra de un artista anterior al arte. Animales retratados con un dinamismo y una sugerencia de modernidad asombrosa, aprovechando los volúmenes de la piedra para dotarles de la dimensión que ni siquiera nuestra alta tecnología de ahora puede igualar. Lo mejor del documental llega cuando se impone silencio y el recorrido por la piedra pintada hace 32 mil años desata la emoción.

Herzog ha encontrado una veta creativa en los documentales, con algunas aportaciones maravillosas de muy distinto argumento y sensibilidad. En este caso auspiciado por el canal Historia nos acerca la belleza fuera de nuestro alcance. Mientras los integristas destruyen de nuevo restos fundamentales ahora en Mali, la emoción ante la asombrosa habilidad creativa de un remoto Picasso se sobrepone incluso a cierta confusión en la propuesta. Apocalipsis y La cueva son dos extremados y opuestos relatos del paso del hombre por la tierra y al mismo tiempo la mejor televisión.

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