Eutanasia
"Suerte que la economía no es como la meteorología, porque si no veríamos a tipos respetados asegurar que luce el sol cuando lo cierto es que nieva"
La felicidad con la que Rajoy dejó el país para irse al fútbol el domingo pasado, tras asegurar que las cosas ya estaban encarriladas, suena al final de semana como una broma macabra. En algo tenía razón, tanto daba si iba al partido como si no. Según él le iban a criticar igual. Y es cierto, porque la filiación de las preocupaciones nacionales con lo anecdótico es ya un clásico. Cuanto más boba sea la ocasión, más relevancia se le da. Efectivamente, que Rajoy fuera al partido inicial de España en la Eurocopa carecía de importancia. Lo penoso, visto el decurso de la semana, es que seguramente tampoco importaban demasiado las medidas financieras. España padece un ataque febril y la medicina que nos procuran no deja de asemejarse a una amputación del miembro equivocado.
Hay algo doloroso en seguir lacerando el tejido laboral del país, en limar el estado de ánimo general hasta dejarlo tan bajo de autoestima que proponer que te pase por encima un camión de la basura suena a un buen plan de fin de semana. Que nos califiquen de bono basura las mismas instituciones que nos empujaron al descalabro no provoca una firme condena compartida, sino un trabajoso esfuerzo por demostrar que todo lo que sucede nos lo merecemos. Algunos están empeñados en tener razón aunque se les muera el paciente. Suerte que la economía no es como la meteorología, porque si no veríamos a tipos respetados asegurar que luce el sol cuando lo cierto es que nieva.
En el caso actual hay algo de delirio colectivo. El ataque contra las economías de nuestro entorno ha generado un miedo insostenible, que provoca la parálisis y la fidelidad a una cirugía equivocada y dañina. Expertos y aficionados hablan con la misma pasión de las soluciones financieras que de la necesidad imperiosa de un delantero centro en nuestra selección de fútbol. El freno residiría en una autoridad capaz de pensar por sí misma. Pero la hemeroteca es para Rajoy como una pesadilla. Cada mañana hay que hacer otra cosa distinta de la que dijo que haría. Por ese camino, aún tenemos la esperanza de verle aprobar la eutanasia. Si es que no lo ha hecho ya.
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