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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esos grotescos censores

Qué peligro, qué grima la exaltación del nacionalismo, la fanática seguridad de que nosotros somos los buenos y los otros los malos

Carlos Boyero

Los lacayos y los trepas modélicos (no confundir con la pragmática profesionalidad del mercenariado, basado en la transparencia del me pagas, hago mi sórdido trabajo y me largo) se distinguen por su sentido de la anticipación a los deseos de los amos, por su convicción de que harán golosos méritos ejecutando personalmente al enemigo antes de recibir la orden, por intuir lo que le conviene a su carrera cuando presienten cambios de poder. Hace unos días en esa Televisión Española que financiamos los contribuyentes, alguien decidió que ante el intolerable expolio sufrido por todos los españoles por parte de la antes fraternal y ahora pérfida y traidora Argentina el programa de Españoles en el mundo dedicado a la tan extraña como impresionante Patagonia, a la ciudad más austral del mundo y a ese glaciar cuya hermosura te deja con la boca abierta y la mirada luminosa llamado Perito Moreno, debía ser condenado inmediatamente al destierro.

Imagino que la condena del demencial, patriotero, cutre, retorcido, paleto y miserable censor no ha obedecido a una implacable llamada del boss de la petrolera Antonio Brufau, sino a su certidumbre de que el pueblo llano lanzaría sus televisores por la ventana ante la intolerable ofensa de verse invadidos en la intimidad de su hogar por la felona nación que parió a Borges (exagero, es dudoso que conozcan a ese señor), a Maradona y a Messi. El personaje que haya tomado esa prohibitiva medida sería un servidor ejemplar en la corte de esa reconstruida,meliflua y progresista dama (qué confusión mental he padecido siempre sobre la identidad ideológica del peronismo, ¿es de derecha o de izquierda, o es ambas cosas, o cómo es eso?) llamada simplemente Cristina.

Qué peligro, qué grima la exaltación del nacionalismo, la fanática seguridad de que nosotros somos los buenos y los otros los malos, de que todo español de bien debe satanizar a los malditos franceses porque sus irreverentes guiñoles se ensañaron con el presunto dopaje en el deporte español de élite. Y ahora se alienta la furia colectiva entre los verdaderos patriotas contra todo lo que desprenda aroma argentino. No sería extraño que en los estadios de fútbol, los ultras se inventaran cánticos y lemas sobre la perversión de ese pueblo. Lo más preocupante es que sus insultos y lemas encontrarían eco y solidaridad entre el público descerebrado. Hay cantidad.

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