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OPINIÓN
Columna
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Ingenio

Aún en 1994 podía costarte que te cancelaran un programa de televisión por hacer un chiste sobre la familia real.

David Trueba

Aún en 1994 podía costarte que te cancelaran un programa de televisión por hacer un chiste sobre la familia real. O incluso sin llegar a hacerlo. Si te cruzabas, como nos pasó en El peor programa de la semana, con tres ejecutivos (socialistas) preocupadísimos por no perder la poltrona de TVE, podías quedarte sin empleo tan solo por la sospecha de que tu humor irreverente les costara a ellos un tirón de orejas.

A raíz de la grotesca condena contra el semanario El Jueves, la veda tuvo que abrirse. Más aún después de la transgresión legal de unos de sus miembros y el enjuiciamiento criminal, que tanto une a las personas de cualquier extracción. Hasta el punto de que ahora, que sale gratis, te encuentras medios de comunicación, espontáneos y hasta diputados que cobraron toda la vida un sueldo del Estado dándote lecciones de libertad y crítica institucional. El oportunismo es la medicina para quienes se sienten culpables de su falta de valor cuando tocaba.

Existiendo la petanca, ir a matar elefantes a Botsuana resulta una afición poco fotogénica. Una institución que ancla sus raíces en el siglo XIV lo tiene complicado para sobrevivir en el XXI. En la era de la hiperinformación, la discreción de la Casa Real tiene que multiplicarse por mil. Cuanto más se parezcan a estatuas del museo de cera, mejor. La exposición excesiva podría derretirlos, porque no hay pompa y circunstancia en la era de YouTube y Twitter.

La familia real ha rendido serios servicios al país, que es de justicia reconocer ahora que les vienen mal dadas. Pero en estas últimas semanas ha regalado algo inigualable a la ciudadanía. En una España hundida, en quiebra, deprimida, cabreada, insultada por sus socios europeos, con la autoestima por los suelos, han provocado riadas de chistes. Los españoles han puesto su ingenio a trabajar y no ha habido reunión donde no se intercambiaran bromas que van desde el helado Frigo Pie hasta cambiarle el título a películas de tiros. Y la carcajada, única institución a la que deberíamos ser fieles, es difícil que se resista a la saludable irreverencia de este titular ficticio tan reenviado: ETA exige a la familia real el abandono de las armas.

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