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OPINIÓN
Tribuna
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Números

David Trueba

Hay que agradecer el desvelo de las televisiones por encontrar nuevas figuras de la canción española. Como si no hubiera suficiente con las que fabrica el mercado y las que pugnan por mantenerse, desde la invención de la radio y luego la televisión, los concursos de nuevos talentos son habituales. Nadie sabe si aplicar la misma energía nos habría surtido de geniales astrofísicos, inmortales pintores o gloriosos políticos. Pero nos inclinamos por cantantes y así nos va bien. El número 1, de Antena 3, se presentó como el invento que revolucionaría los concursos para descubrir voces, pero mostró un aspecto similar a Operación Triunfo, cuya primera temporada memorable pugnan por repetir.

En este caso, aunque el decorado es similar y también el entusiasmo de los concursantes, en lugar de una academia de formación, hay un cierto desvío del interés hacia la personalidad del jurado. Verdaderos protagonistas absolutos de la primera entrega, quizá en ese balance va a residir el éxito futuro del programa que también peca de un exceso de aplausos. La cadena, convencida de que tiene entre manos la apuesta de la temporada, aguantó más de una hora para introducir los primeros anuncios, demostrando que la publicidad puede esperar cuando así se quiere y temerosa de que la competencia descabalgara el estreno. En Tele 5, con Gran Hermano, donde los concursantes quieren ser famosos pero carecen de voz, y la pública, que aún emite cine de Hollywood cuando puede para castigar a la competencia en una decisión más que reprobable.

Entre los seleccionados, una niña, un señor mayor y una cantante lírica rompen los repartos más convencionales, lo que aún no se sabe si será un lastre para la abierta competición. Las primeras actuaciones ya estaban tan enlatadas y programadas que la duda era saber qué evolución les espera a los concursantes más allá de sumarles un ballet y arreglos profesionales. Perdido el espíritu formativo de OT y sacrificado el lado sádico de otros programas, al no contar con un jurado malvado que humille de tanto en tanto la pureza de los concursantes, el espectáculo recaerá en la interacción con el jurado. La decisión participativa del público pondrá el ácido sulfúrico a lo que en el estreno fue la primera caricia del éxito.

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