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Ojos

David Trueba

"Es mentira que el Ejército sirio esté tan solo bombardeando posiciones de terroristas. Están machando a civiles hambrientos y aislados". Esta fue una de las últimas afirmaciones de Marie Colvin desde el frente de Homs en Siria. La reportera del Sunday Times de Londres murió junto al fotógrafo francés Rémi Ochlik bajo el fuego después de denunciar que más de 28.000 civiles están siendo masacrados por el ejército leal a Bachar Al Asad. Aún nadie se atreve a afirmar con rotundidad que estos periodistas y tres más heridos, que se suman a otro periodista, Anthony Shadid, muerto cerca de la frontera siria con Turquía la semana pasada, hayan sido víctimas de un ataque planificado del ejército contra el edificio que les servía de residencia y de centro de trabajo.

Corren descripciones de su trayectoria profesional, algunas escritas por compañeros cercanos o conocidos como Ramón Lobo. Un carácter especial que se acrecentó tras la pérdida de un ojo en la guerra civil de Sri Lanka al comienzo de este siglo sangriento e inestable. Su aspecto, con el parche negro, remitía a los personajes de otra época. Da miedo que estas necrológicas de urgencia se conviertan tan solo en un consuelo elegíaco para consumo de periodistas y que no trasciendan a la opinión pública con la relevancia que merecen.

Los ciudadanos hemos asistido al debate sobre la intervención aliada en Libia en una espesa contradicción, alimentada después con el silencio sobre la transición y la noticia de desmanes contra los vencidos. El daño de la guerra de Irak en la credibilidad occidental lo pagaremos durante años. Nos inmoviliza ante escándalos como la posición china y rusa en la última reunión de la ONU, que trató el conflicto en Siria. Desconectados, escépticos antes las razones de urgencia unas veces y pasividad en otras, permanecemos desarmados ante el potencial militar de cualquier régimen vuelto contra su propio pueblo. En este caso, Bachar Al Asad, doctor en Oftalmología, ha apagado la imprescindible luz de una periodista tuerta cuando más se necesitaba. Era alguien que sostenía con orgullo que los grandes medios debían seguir invirtiendo en periodismo de guerra pese al coste económico y emocional. Son nuestro ejército de ojos, si aún alcanzamos a ver algo es gracias a ellos.

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