El mejor peor cine
Los (ir)responsables de Asian Trash Cinema presentan un nuevo DVD de su colección: 'El Apocalipsis del Planeta de los Simios / ¡El gorila ataca!' versión coreana de King Kong
Una película puede ser buena… ¡pero las malas son incluso mejores! Siguiendo esta máxima a pies juntillas, los (ir)responsables de Asian Trash Cinema nos ofrecen una nueva entrega de su colección en DVD: El Apocalipsis del Planeta de los Simios / ¡El gorila ataca! Una ocasión inmejorable para disfrutar en nuestros hogares de dos clásicos ocultos de la psicotronía cinematográfica, tal y como fueron concebidos: en riguroso programa doble y sin más pretensiones que las de pasar un buen rato en compañía de amigos, unas cervecitas bien frías y algún que otro cigarrito de la risa.
El primate protagonista de ¡El gorila ataca! (1976) nos saluda con un elocuente corte de mangas desde la portada de The official razzie movie guide (Warner, 2005), un libro de más de trescientas páginas en el que el crítico John Wilson reseña algunas de las peores películas de la historia del cine. El gesto sirve como declaración de intenciones y nos reconcilia con la vena más gamberra y paródica de esta descacharrante versión coreana de King Kong, rodada con tan pocos medios como vergüenza, al rebufo del multimillonario remake producido por Dino de Laurentiis en 1976.
En paralelo al rodaje del film, Jack Harris, propietario de la distribuidora norteamericana especializada en serie B, Worldwire Entertainment, firmó un acuerdo de co-producción con un par de socios surcoreanos, Kukie Movies y Lee Ming Film Co., para contraatacar con su propia versión en 3-D destinada al circuito de autocines. Mientras De Laurentiis contaba con el director John Guillermin (quien dos años antes había hecho saltar la banca con su clásico del cine de catástrofes, El coloso en llamas), Harris convenció a sus inversores para encargarle el proyecto a su protegido, Paul Leder. Las credenciales del realizador y co-productor se limitaban a I Dismember Mama (1974), la típica carnaza de sesión doble que disfrutó de un inesperado éxito comercial en USA, al ser proyectada en compañía de La novia ensangrentada (1974) de nuestro Vicente Aranda.
Por su parte, el magnate italiano descubría a Jessica Lange (que debutaba así en la gran pantalla, en detrimento de las inicialmente previstas Barbra Streisand y Bo Derek), erigiéndose en el principal valor de una ambiciosa producción que también se beneficiaba de la banda sonora compuesta por John Barry y los efectos especiales del oscarizado Carlo Rambaldi. Debido a los rigores del bajísimo presupuesto de ¡El gorila ataca!, Leder tuvo que conformarse con la también debutante Joanna Kerns, quien una década más tarde alcanzaría el estrellato televisivo como la madre de Los problemas crecen. En vista del resultado final tampoco es de extrañar que la susodicha aparezca acreditada bajo el seudónimo de Joanna DeVarona, ni que haya obviado durante años su participación en la película...
Inicialmente bautizada como The New King Kong, la distribuidora accedió a retitular la película para evitar demandas legales de la RKO, propietaria de los derechos originales, llegando a incluir la advertencia “no confundir con King Kong” en los carteles y afiches promocionales. En un nuevo alarde de ingenio parasitario, los productores acabaron estrenándola como A*P*E (acrónimo de Attacking Primate MonstEr) en referencia a M*A*S*H (1970), la popular sátira de Robert Altman sobre la guerra de Corea. Con el paso de los años, la película conocería otros títulos —a cada cual más demencial— llegando a ser reestrenada como Super King Kong, Hideous Mutant o Attack of the Giant Horny Gorilla (literalmente, El ataque del gorila gigante y cachondo).
Combinando elementos del King Kong japonés de la Toho, The Mighty Peking Man (el remake chino de los Shaw Brothers) y el delirio feminista de Queen Kong (Frank Agrama, 1976), ¡El gorila ataca! es un elogio a la chapuza concebida como la más bella de las artes cinematográficas. El más claro exponente de hasta dónde puede llevarnos la estupidez humana en materia de diversión; dónde la inoperancia técnica y la ignominia artística se confabulan para alumbrar momentos clave en la antología del disparate fílmico. Sin entrar en detalles que puedan menoscabar su aberrante visionado, cabe destacar la inenarrable lucha de la bestia protagonista contra un escualo de proporciones gargantuescas y que sería utilizada como reclamo publicitario aprovechando el tirón comercial del Tiburón (1975) de Steven Spielberg.
Pese a todo (o precisamente por ello) la película ofrece al espectador sin escrúpulos un verdadero festín de necedades que termina inclinando la balanza a su favor, en comparación con su directa y más prestigiosa competidora. Porque por muy chapucera, cutre y absurda que sea, la cinta de Leder resulta mil veces más divertida e insólita que el plomizo largometraje firmado por Guillermin. Qué más da que el guión sea un puro descerebre y los diálogos de vergüenza ajena. Siempre será preferible ver a un tipo disfrazado de gorila pisoteando maquetas, chapoteando en una piscina, reventando tanques de juguetes a pedradas o haciéndonos la peineta. En el fondo, y a su peculiar manera, es un ejercicio mil veces más honesto, que no reniega de su condición de exploitation, ni oculta sus verdaderas intenciones detrás de un presupuesto multimillonario. Tal y como reflexiona -es un decir- el héroe de turno al final de la película, "era demasiado grande para un mundo tan pequeño como el nuestro".
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