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EL PAÍS que hacemos
Por Equipo de Comunicación

Luz Sánchez-Mellado: “Una de mis líneas rojas es la cursilería. Degrada y abarata una opinión”

La periodista conversa con los suscriptores del diario sobre su trabajo como entrevistadora y columnista en EL PAÍS

El País

Dice la periodista Luz Sánchez-Mellado que con los lectores siente compromiso, privilegio y “acojone”. Hace más de 20 años que se unió al periódico, cuando comenzó haciendo crónicas desde Alcalá de Henares. Mucho ha cambiado desde entonces. EL PAÍS se ha convertido en un diario digital, y esta informadora, columnista y escritora ha pasado por diferentes secciones y suplementos, como su etapa por El País Semanal. En los últimos años, busca “las luces y las sombras” de sus entrevistados en Gente con Luz los domingos, y siente un privilegio ―y también una gran responsabilidad— por sus columnas de opinión en la contra de los jueves. De todo esto, de las tendencias sociales que aborda en sus textos, de las contradicciones y fueros internos, de las cientos de entrevistas publicadas, de la especie de atalaya en la que siente que escribe y del compromiso que tiene al hacerlo conversó Sánchez-Mellado hace unos días junto a la periodista de EL PAÍS Andrea Nogueira. El motivo, un encuentro virtual con los suscriptores del periódico que forma parte del programa de actividades exclusivas de EL PAÍS +.

Las más de dos décadas que lleva en el periódico convierten a este en su segunda casa. Y aquí sigue, como ella misma apunta. “En algún momento saldré en la revista Nature como un caso de supervivencia en el mismo medio”, bromea, porque “los que ahora empiezan lo tienen francamente difícil”.

Sobre todo este tiempo, y durante más de una hora de conversación, la periodista respondió a las cuestiones de los lectores en torno a sus dos principales facetas: la de entrevistadora y columnista. Y aunque se siente algo más libre en la segunda opción ―“ahí estoy sola”―, establece sus líneas rojas del mismo modo en las dos. “Para mí una línea roja es el respeto al lector. Es precisamente el saber que no estás solo en tu torre de marfil escribiendo para ti. Otra es la cursilería, el edulcorar la realidad. A veces lo utilizo a la contra, como para reírme de eso, me parece que degrada y que abarata una opinión. Y también lo es la autocomplacencia, el decir qué bien me podría salir eso—expresa en referencia a los textos―, pero tirar por otro lado, ponerme cada semana un reto”.

Precisamente, si algo destaca en los temas de Luz, como la llama su comunidad de lectores, es su constante búsqueda por la contradicción, el uso de esa especie de técnica del espejo y que interpela al lector directamente. “Creo que si somos honestos con nosotros mismos, los males que vemos en los demás los tenemos nosotros en primera persona. Uso esa táctica para evitar que me digan que soy injusta”, dice la columnista sobre sus enfoques. Se trata, al fin y al cabo, de una obsesión para ella por descubrir esas luces y sombras: “Creo que todos tenemos esa contradicción. Y yo soy la primera que me pongo ―delante― porque me reconozco con ese conflicto”.

También hubo tiempo de abordar los temas que más interesan a la periodista, como cualquiera relacionado con la desigualdad, y son muchos. Se refería a la intolerancia, la falta de respeto, la edad, los cambios, el paso del tiempo, el feminismo. También habló de su interés por las etapas vitales, de la enfermedad y la muerte, pero sin olvidar la fiesta y el gozo. ¿Que si le interesa Cataluña? Se preguntó a sí misma: “No he escrito ni una sola columna sobre el tema. Puede que ahora me toque más Ucrania”, reconoce. Y establece su última línea roja: “No hablo de lo que no sé. Para eso ya están los doctores”.

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