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La falta de lluvias y el calor extremo provocan la muerte masiva de árboles en Murcia

La mortandad de los ejemplares afecta al 5,7% de la superficie forestal y al 15% de los cultivos leñosos de secano de la comunidad autónoma

Arboles Murcia
Árboles secos en Cabezo Tirieza, en Lorca, en una imagen cedida por la Consejería de Medio Ambiente de la Región de Murcia.
Virginia Vadillo

Los árboles de la Región de Murcia se están secando. La falta de lluvias y las elevadas temperaturas del último año hidrológico han situado a la comunidad autónoma en una delicada situación. En torno al 5,7% de su superficie forestal arbolada se ha perdido, y la cifra se eleva a entre el 15% y al 17% en el caso de los cultivos leñosos de secano como el almendro, la vid o el olivo. Los embalses de la cuenca del Segura se encuentran este mes de octubre por debajo del 16% de su capacidad, lo que ha generado que se impongan importantes restricciones a los regantes, que calculan que solo dispondrán de agua suficiente para mantener vivos los árboles frutales, pero no para sacar adelantes las plantaciones de hortalizas de invierno. La única producción que, por el momento, sobrevive es la que riegan las aguas del trasvase del Tajo. El abastecimiento humano, también por el momento, está garantizado y sin restricciones.

La escasez de lluvias no es una novedad en la Región de Murcia. La comunidad autónoma tiene una media de precipitaciones de entre 300 y 350 litros por metro cuadrado al año, aproximadamente la mitad de lo que habitualmente llueve de media en España. Sin embargo, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el año hidrológico que acaba de concluir ―que abarca del 1 de octubre de 2023 al 30 de septiembre de 2024― ha sido el más seco en la comunidad de toda la serie histórica, los últimos 63 años. La precipitación acumulada fue de 137 litros por metro cuadrado, menos de la mitad de lo que es habitual.

Con estas circunstancias, los embalses de la cuenca del Segura tenían almacenados, a fecha de 8 de octubre, un total de 177 hectómetros cúbicos, un 15,6% de su capacidad total, una cifra que no era tan baja desde 2017, cuando llegaron a estar al 13,2%. La situación, aunque grave, no es del todo excepcional en la comunidad autónoma. Según los datos proporcionados por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), de los últimos 30 años (desde 1994 hasta 2024) más de la mitad de los ejercicios, 17 en total, los embalses han estado por debajo del 16% de su capacidad. En seis de estos 30 años, los niveles han bajado incluso del 10%.

Pero a la falta de lluvias se han sumado unas temperaturas excepcionalmente altas a lo largo de todo el año. Según los datos de la Aemet, el invierno fue el más cálido de toda la serie histórica, con una temperatura media de 11,9 grados, 2,5 grados por encima de la media. Lo mismo ocurrió con la primavera, que fue la segunda más cálida de la serie, con una temperatura media de 16,3 grados, y con el verano, el cuarto más cálido de la serie, con una temperatura media de 25,7 grados. El pasado 2 de octubre, por poner un ejemplo cercano, se registraron en Murcia capital temperaturas máximas de 35,5 grados, la cifra más alta para un mes de octubre de, al menos, los últimos 40 años.

Esos dos factores, la escasez de lluvias y las altas temperaturas, son las claves para explicar la grave situación que están viviendo los bosques, según indican los técnicos de la Subdirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial de la Consejería de Medio Ambiente de Murcia. El último informe de este organismo, con datos actualizados a 31 de agosto, indica que en la región hay 622 áreas forestales afectadas por la mortalidad de árboles. La sequía, según el informe, ha afectado 16.830 hectáreas de montes forestales, lo que supone un 5,4% del total de la superficie forestal arbolada de la Región. En total, los técnicos han registrado 359.593 árboles muertos, principalmente pinos carrascos (Pinus halepensis), que es la especie más abundante en los bosques de la región.

Para Ginés Mirón, portavoz de la Asociación Meteorológica del Sureste (Ametse), es posible que la cifra de árboles muertos en los bosques sea aún mayor a día de hoy, puesto que el mes de septiembre tampoco ha tenido lluvias y las temperaturas han continuado siendo extremadamente altas, veraniegas. “Sequía en la Región de Murcia podemos decir que hemos tenido siempre. Lo que es nuevo es la combinación entre años muy secos y, a la vez, muy calurosos”, apunta. Y, agrega: “Esa combinación, que no había existido en las épocas recientes, ha llevado a que incluso las especies que eran propias de este clima, como pinos, encinas, cipreses, romero o jara estén cayendo”.

Mirón advierte, además, del deficiente aprovechamiento de la lluvia que pueden hacer estos árboles por cómo se distribuyen las precipitaciones a lo largo del año. Así, por ejemplo, los años 2022 y 2023 fueron “normales” en cuanto al volumen de agua caída, pero prácticamente la totalidad de la lluvia se concentró al final de la primavera, “que no es cuando los árboles más necesitan el agua”, que deberían recibir en otoño. Si este otoño es lluvioso, considera que los montes podrían “salvar” su situación, pero llama la atención en que la mortandad de hectáreas enteras de bosque es inédita en la comunidad y esos árboles no se podrán recuperar.

La situación está afectando también a los cultivos leñosos de secano: en la Región de Murcia hay unas 70.000 hectáreas de almendro, unas 40.000 de viñedos y otras 23.000 de olivo, según indica el presidente de COAG en la comunidad autónoma, José Miguel Marín. Menciona que entre un 15% y un 17% de estos árboles de secano han muerto por la combinación de falta de lluvias y altas temperaturas. Haciendo un cálculo aproximado de cuántos ejemplares son, las cifras son escalofriantes. Poniendo el almendro como ejemplo, si en cada hectárea se cultivan una media de 200 árboles, se habrían secado en torno a 2,1 millones de ejemplares.

Drama para los agricultores

La misma situación sufren las cerca de 3.000 hectáreas de plantas aromáticas que se cultivan en Murcia y las 70.000 dedicadas al cereal. Marín es agricultor cerealista y atiende a EL PAÍS por teléfono, mientras siembra avena con su tractor: “Los agricultores tenemos más fe que los curas”, bromea. Es muy probable que no pueda segar el grano que está ahora plantando, como ya ha ocurrido en las dos campañas anteriores, donde la cosecha de cereal “se perdió, al 99%, por no decir que toda”, dice. En las de almendra y uva, la producción cayó en un 70% en la última campaña.

“Para los agricultores cerealistas, la situación es un drama, porque no hay producción. Pero más aún lo es para los agricultores de leñosos, porque no pierden solo su producción, sino un árbol entero, que tarda años en criarse. No solo es un drama agrario, es también uno ambiental y social. El clima nos está empujando a que abandonemos la agricultura y, por tanto, las zonas rurales, que acaban quedando deprimidas”, reflexiona.

La falta de agua está afectando también a los cultivos de regadío, principalmente a los que se abastecen con los recursos propios de la cuenca del Segura, que suman unas 70.000 hectáreas, explica Isidoro Ruiz, presidente de la Junta Central de Regantes del Segura. Para ellos, la Confederación Hidrográfica tiene vigentes hasta finales de año restricciones en el riego de un 40% en el caso de los llamados regadíos tradicionales (con concesiones anteriores al año 1933), y del 57% para los no tradicionales (concesiones posteriores a esa fecha). El presidente de la Confederación, Mario Urrea, recomendó a estos regantes a mediados de septiembre que no plantaran los cultivos de hortalizas de invierno, porque no tendrían agua suficiente para atenderlos. Ruiz advierte de que, con el agua disponible, los agricultores podrán “mantener con vida” los árboles, principalmente frutales de hueso y cítricos. En cuanto a las hortalizas, calcula que “como mucho” se podrá cultivar una octava parte de las que habría en circunstancias normales.

No obstante, la mayor parte de los cultivos de regadío de la Región de Murcia, unas 145.000 hectáreas, no se abastecen con el agua de la cuenca, sino con la procedente del trasvase Tajo-Segura. Y, de momento, no han tenido restricciones gracias a la buena situación de los embalses de la cabecera del Tajo, que tienen un volumen de 1.008,3 hectómetros cúbicos, por lo que, según la normativa vigente, la situación es de “normalidad” o “nivel 2″. De hecho, este miércoles la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura (ATS) autorizó un trasvase de 81 hm³ para octubre, noviembre y diciembre (27 hm³ para cada uno de los meses). Sin embargo, el presidente del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura (SCRATS), Lucas Jiménez, asegura que ese nivel permitirá recibir, en el mejor de los casos y siempre que la situación se mantenga todo el año, unos 190 hectómetros cúbicos de agua. Es menos de la mitad, señala, del nivel máximo trasvasable, 421 hectómetros cúbicos de agua al año, una cifra, lamenta, que solo se ha hecho efectiva una vez en los más de 40 años de historia del trasvase.

Pese a la delicada situación de la cuenca, el agua para consumo humano, que gestiona la Mancomunidad de Canales del Taibilla, está por el momento garantizada sin restricciones. El presidente de la entidad, Juan Cascales, explica que esto es posible gracias a la “diversificación de recursos hídricos” que utiliza el organismo: caudales procedente del río Taibilla, del trasvase y de la desalación, lo que permite cierta flexibilidad para absorber las carencias.

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Sobre la firma

Virginia Vadillo
Es la corresponsal de EL PAÍS en la Región de Murcia, donde escribe sobre la actualidad política, social y medioambiental desde 2017. También trabaja con la Agencia EFE en esa comunidad autónoma. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo de Agencias por la Universidad Rey Juan Carlos.
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