Países Bajos proyecta abrir uno de sus diques a la migración de peces con una obra que recrea un río
La construcción de la gran barrera de Afsluitdijk para prevenir inundaciones del mar del Norte impide el paso natural de especies como salmones, anguilas o arenques desde 1932
Situado en la parte septentrional de los Países Bajos, Afsluitdijk, el dique que protege desde 1932 a sus habitantes de las inundaciones del mar del Norte, es uno de los orgullos de la ingeniería nacional. De 32 kilómetros de longitud, 100 metros de ancho y 7,5 metros de altura sobre el nivel marino, refleja también el cambio operado con el tiempo en la búsqueda de seguridad frente a las catástrofes naturales. El impacto ecológico del esfuerzo en la lucha con el mar que ha hecho famosos a los neerlandeses es un factor que se ha ido haciendo un hueco con los años. Por eso, en el momento de su construcción, primó la protección sobre el hecho de que esta barrera impide la migración desde el mar de especies como las anguilas, el salmón del Atlántico o el arenque hacia el reservorio interior de agua dulce así creado, el lago Ijssel (Ijsselmeer, en neerlandés).
Aunque estos peces migratorios necesitan ambos entornos, dulce y salado, para criar y crecer, solo los mejores nadadores consiguen cruzar las aberturas del dique utilizadas para soltar el agua del lago en la marea baja. ¿Solución? Abrir un pasadizo y crear sendas dársenas a ambos lados para que puedan entrar y salir sin problemas. Denominado El río para la migración de peces, el proyecto se presenta como el mayor de su clase a escala mundial y pretende repoblar la fauna del lago a base de trabajar junto con la naturaleza. Ya en marcha la obra, su apertura estaba prevista para dentro de cuatro años, pero no se descarta que pueda funcionar incluso antes, en 2023. Costará 55 millones de euros.
Una vez concluida, la carretera que discurre sobre el Afsluitdijk unió las provincias del norte del país, Frisia y Holanda del Norte, separadas hasta entonces por un estuario natural. Geográficamente, el dique mira al mar de las islas de Wadden (Waddenzee, en neerlandés), que alcanza las costas de Alemania y Dinamarca y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Es un entorno de gran riqueza natural con llanuras de arena y fuertes corrientes, y las actuales obras de refuerzo del Afsluitdijk suponían el momento oportuno para echar una mano a los peces.
En circunstancias normales, las dos grandes esclusas del dique se abren para el tráfico de barcos y dejan pasar el agua. En ambos casos, no basta para que haya una migración uniforme de especies marinas, y si bien la protección contra las mareas ha sido un éxito, “la barrera ha supuesto el mayor desastre de Europa del norte en términos de biodiversidad al perder el lago Ijssel la mayoría de sus especies por falta de intercambio con el mar”, señala Erik Bruins Slot, responsable del proyecto e ingeniero ambiental de la Provincia de Frisia. Con la marea baja, el agua es lanzada al mar también por otras aberturas del dique, aunque solo unos pocos peces tienen la fortaleza de remontar en ese lapso de tiempo la corriente así creada. El río migratorio diseñado por este experto aprovecha el movimiento de las mareas en un ejercicio de ingeniería ecológica empujada por el cambio de clima, y calcula que unos tres millones de ejemplares entraran anualmente en el lago.
Ubicada en la parte frisia, la estructura tiene una superficie de 50 hectáreas y consta de dos partes: una del lado del mar y otra en el lago interior; en medio hay un pasadizo en el dique. En la primera, se prepara sobre el suelo arenoso una dársena de piedra con sendas bocas. En marea baja, el agua dulce del lago atravesará el corredor del dique para ser expulsada luego por las bocas. Al percibirla en el mar, los peces se verán tentados a nadar en esa dirección. Los más resistentes, como la trucha marina y el salmón del Atlántico, accederán así a la dársena. El espinoso y el capellán, entre otros ejemplares menos robustos, se valdrán de la subida de la marea para entrar porque las bocas seguirán abiertas. Una vez dentro, y todavía en el lado del Waddenzee, todos avanzarán hacia el lago Ijssel. Para no comprometer la seguridad del dique en caso de tormenta, está prevista una compuerta capaz de soportar hasta una marejada ciclónica, que sucede cuando el viento eleva el agua por encima del nivel habitual del mar.
Una vez cruzado el dique, los peces ganarán la otra dársena, ya en el lago. Allí les aguarda un complejo de unos cuatro kilómetros que recrea un curso fluvial, con una decena de meandros trazados a base de arena —en la parte interior— y contenciones de piedra —en la exterior—. Habrá también islotes para que aniden las aves, como en un estuario. Las vueltas que deben dar los peces les ayudarán a adaptarse al entorno para poder seguir camino del Rin, y de otros grandes caudales que desembocan en el lago, para crecer y criar. En la desembocadura de este río de diseño habrá otra compuerta que se abre y cierra al ritmo de la subida y bajada del mar. “Como el flujo de peces se regulará de forma natural, no dará tiempo a que entre demasiada agua salada en el lago”, añade el ingeniero. Se vigilará además el deterioro de los meandros del río y los periodos de sequía. El plan fue animado en origen por organizaciones conservacionistas y de pescadores. Hoy participa, entre otros, el Ministerio de Economía y las provincias de Holanda del Norte y de Frisia.
Para conocer las noticias más importantes de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS apúntese aquí a nuestra newsletter semanal.
Siga la sección de Clima y Medio Ambiente en Twitter y Facebook
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.