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Proteger el hábitat del oso panda no salva a otras especies del mismo territorio

Un estudio publicado en Biological Conservation advierte del peligro de centrar las políticas de conservación en los animales más emblemáticos sin considerar las necesidades de otras poblaciones locales

Dos pandas en el Centro Hetaoping de Investigación y Conservación en Wolong, en la provincia de Sichuan (China).
Dos pandas en el Centro Hetaoping de Investigación y Conservación en Wolong, en la provincia de Sichuan (China).
Clemente Álvarez

Aunque se estima que hoy en día hay cerca de un millón de especies en peligro de extinción en el mundo, ocurre a menudo que unas pocas se llevan toda la atención —las que cuentan con más popularidad y simpatías—, como los elefantes, los tigres, los osos panda… Cuando se plantea si tiene sentido concentrar tantos esfuerzos en unos pocos seres vivos habiendo tantos otros amenazados a los que se hace mucho menos caso o ninguno, la respuesta es que estos animales son lo que se denomina “especies paraguas”: se supone que la protección de su hábitat pone a salvo a muchas otras variedades con las que comparten territorio. Sin embargo, un estudio con osos panda publicado ahora en Biological Conservation advierte de que los resultados de esta estrategia pueden ser muy distintos.

El trabajo, que lleva por título The hidden risk of using umbrella species as conservation surrogates: A spatio-temporal approach, muestra cómo los esfuerzos centrados en mejorar el hábitat de los pandas en China no han beneficiado a otros mamíferos de estos mismos territorios como el oso negro asiático (Ursus thibetanus) o el ciervo almizclero enano (Moschus berezovskii). Cómo inciden los autores, hasta ahora no se ha tenido suficientemente en cuenta al utilizar esta estrategia enfocada en los animales más emblemáticos que cada especie tiene unas necesidades individuales y los cambios en el entorno producen efectos distintos para cada una.

“La popularidad de los pandas gigantes, así como la popularidad de otros animales amenazados muy queridos en todo el mundo, ha supuesto grandes avances en la protección de bosques y otros hábitats frágiles”, comenta Jianguo Jack Liu, director de la Cátedra de Sostenibilidad Rachel Carson de la Universidad Estatal de Michigan y uno de los investigadores que ha participado en el estudio. “Pero este es un recordatorio importante de que no se puede dar por sentado que lo que es bueno para un panda resulta automáticamente bueno para otras especies. Las diferentes especies tienen necesidades específicas y preferencias”, añade.

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Como se destaca en el trabajo, esto cobra todavía más importancia si se tiene en cuenta que a menudo los animales escogidos como especies paraguas son aquellos con los que se obtiene más atención de la sociedad y más fondos para trabajar, pero no necesariamente los que requieren unas condiciones de hábitat que pueden beneficiar a más variedades locales. Por ello, en regiones en las que las políticas de conservación están muy condicionadas por un único animal (como el chimpancé, el delfín del Ganges o el propio panda gigante), los investigadores consideran crucial evaluar los resultados considerando un mayor rango de especies y aplicar después planes complementarios que corrijan posibles fallos de conservación.

En el caso del oso panda, los grandes esfuerzos en China por recuperar el hábitat de este animal icónico, con la creación de una red de 67 reservas naturales, programas como Grain-to-Green para reconvertir tierras de cultivo en bosques y prohibiciones en la tala de madera, lograron que en 2016 saliera de la lista roja de especies en peligro, rebajando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) su grado de amenaza a “vulnerable”. ¿De qué forma este éxito ha repercutido en otros seres vivos del mismo territorio?

Para responder a esta pregunta, el estudio publicado en Biological Conservation centró su investigación en las montañas de Qinling y Minshan, en el centro y suroeste de China, donde se encuentra el 60% de la población de este animal que despierta tantas simpatías. En este espacio, los investigadores analizaron la evolución del entorno tanto para los pandas como para otros ocho mamíferos distintos, utilizando para ello cámaras trampa e imágenes de satélite de la cubierta vegetal entre 2001 y 2003 y entre 2011 y 2013. De esta forma, comprobaron que las mejoras en los requerimientos del entorno para los pandas en estos años no supusieron mejoras en el hábitat de oso negro asiático o el ciervo almizclero enano, especies cuyas poblaciones están sufriendo un importante declive.

“China ha conseguido un gran logro al establecer reservas naturales de pandas gigantes, y ahora estamos aprendiendo que esto no vale igual para cada caso”, señala Fang Wang, investigador de la Universidad de Fudan de Shanghái y autor principal del estudio. “China, como otros países que se enfrentan a desafíos de conservación similares, tiene la oportunidad de pasar de rescatar especies individuales a proteger comunidades de animales y ecosistemas”, continúa.

Las conclusiones de este trabajo difieren de las de otros anteriores que dieron por supuesto que mejorando el hábitat de una especie se protegía a otras que ocupaban la misma área, al ignorar las distintas preferencias de estos animales al margen de las características específicas de la vegetación. Los osos panda, por ejemplo, necesitan entornos con mucho bambú, pendientes suaves y sin contacto con los humanos, lo que no vale igual para el resto de animales.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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