La colonización del espacio
La NASA planea volver a poner seres humanos sobre la Luna en 2024. Esta vez, sin embargo, será para quedarse y necesitamos una regulación sobre la colonización del espacio
El 16 de Julio de 1969 el Apolo 11, impulsado por el cohete Saturno V, partía rumbo a la Luna llevando a tres astronautas, Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin Buzz Aldrin, a realizar una de las mayores hazañas logradas por la humanidad. Tras ocho días de travesía, Armstrong dejaba la primera huella de nuestra especie sobre la superficie lunar. Este momento, que fue presenciado en directo por más de 700 millones de personas en todo el mundo, representó, como dijo el astronauta, un gran salto para la humanidad.
El programa Apolo duró todavía tres años más y consiguió que 12 hombres caminaran sobre la Luna. Sin embargo, el final de la Guerra Fría entre EE UU y la URSS puso freno a la carrera espacial y, desde diciembre de 1972, ningún ser humano ha salido de la órbita baja terrestre. Esto, sin embargo, va a dejar de ser cierto pronto. La NASA, en colaboración con las agencias espaciales europea (ESA), japonesa (JAXA), canadiense (CSA), australiana (ASA) y, recientemente, también la bolivariana (ABAE) además de varias empresas tecnológicas, planea poner a cuatro astronautas, dos mujeres y dos hombres, de vuelta a nuestro satélite en el 2024. Si Apolo, dios de la luz y el Sol, dio nombre a las primeras misiones lunares, Artemisa, su hermana melliza, diosa helena de los animales salvajes, el terreno virgen y la Luna, estaba destinada a ceder su nombre para afamar esta misión.
El 10 de enero de 2020 se graduó la vigesimosegunda promoción de la NASA, apodada Tortugas por el grupo anterior, como es tradición en la agencia. Este equipo de astronautas, elegidos entre más de 18.000 candidatos, viajarán en un nuevo tipo de cápsula espacial, Orión, que será lanzada por un nuevo cohete, el más potente fabricado hasta la fecha, capaz de poner en órbita 143 toneladas de masa. Una vez en la órbita lunar acoplarán la nave con una estación internacional, Puerta a la Luna (o Moon Gateway) que ya estará operativa cuando ellos lleguen. Desde ahí, descenderán hasta la superficie, donde se encontrarán el campamento base ya montado, con sistemas de energía, manejo de desechos, comunicaciones, espacio de almacenamiento y de descanso y vehículos de transporte de superficie. Todo acomodado bajo un blindaje adecuado para protegerse de los rayos cósmicos, que durante eones han pulverizado la superficie de nuestro satélite formando lo que se conoce como regolito. En los garajes, una gran casa-laboratorio-rodante, capaz desplazarse en forma autónoma por periodos de hasta 45 días, permitirá a los astronautas realizar experimentos, tomar muestras y ensayar nuevas tecnologías.
A partir de 2025 el ritmo de lanzamientos se dispararía y veríamos un alunizaje por año. Los colonos lunares trabajarán en distintos proyectos para cultivar algunas plantas en el espacio y conseguir agua potable, mientras que grandes estudios de arquitectura estudiarán la posibilidad de edificar usando materiales locales. Todos estos experimentos son vistos como pasos previos para el gran salto, previsto en 2033, de llevar los primeros humanos a Marte.
Las misiones ‘Apolo’ tuvieron un impacto sin precedentes en la ciencia y la tecnología
Las misiones Apolo tuvieron un impacto sin precedentes en la ciencia y la tecnología. Los avances logrados alcanzaron disciplinas como la ingeniería aeroespacial, las tecnologías de telecomunicación, la física y la astronomía. Invenciones como los detectores de humo, las mantas isotérmicas e incluso las gafas de esquí antiniebla tienen sus raíces en las tecnologías desarrolladas durante la carrera espacial. Actualmente más de mil satélites artificiales orbitan la Tierra, retransmitiendo comunicaciones alrededor del planeta y facilitando la medición de datos sobre el clima, la vegetación y los movimientos humanos.
Sin embargo, no todo el mundo está a favor del desarrollo de esta misión. El motivo es que, mientras que en los años 60 no existía un deseo de expansión territorial. De hecho, tras sus exitosos aterrizajes en la Luna, EE UU renunció de manera explícita a la explotación de los recursos lunares. Pero la reactivación del programa lunar por parte del ejecutivo de Donald Trump ha venido acompañada de una orden ejecutiva en la que afirma que los estadounidenses deben tener el derecho de participar en la exploración, recuperación y uso de los recursos del espacio exterior. En esa misma orden sostiene que EE UU no ve el espacio exterior como un bien común global y, por lo tanto, anima a que se haga un uso público y privado de recursos espaciales.
Varias compañías privadas están ya colaborando con la intención de explotar los viajes a la Luna comercialmente
Varias compañías privadas están ya colaborando con la intención de explotar estos viajes a la Luna comercialmente. Las más importantes son Space X (que ya colabora con la NASA en misiones de aprovisionamiento de la Estación Espacial Internacional, además del lanzamiento y puesta en órbita de satélites), Blue Origin, la empresa de Jezz Bezos, el dueño de Amazon, que trabaja en varios proyectos para crear asentamientos en la Luna, y Virgin Galactic, enfocada principalmente al turismo.
Varias empresas mineras ya han mostrado su interés en la explotación de recursos mineros y energéticos. Además de los metales raros, como el uranio y el titanio, la Luna contiene grandes cantidades de helio-3, un isótopo ligero del helio que puede ayudar a crear la fusión nuclear estable y mantener a nuestra civilización energéticamente los próximos 10.000 años.
Estamos a menos de un lustro de empezar a ver la construcción y desarrollo de algo que parece sacado de una película de ciencia ficción, y quizás a una década de ver imágenes, como las que protagoniza Brad Pitt en Ad Astra, de lucha sobre recursos, disputas sobre territorios y piratas lunares. Quiénes serán los troyanos y quiénes los griegos y de qué parte estará Artemisa se dilucidará en los próximos años, tenemos que estar preparados para defender una colonización civilizada del espacio.
Patricia Sánchez Blázquez es profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Pablo G. Pérez González es investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).
Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre “vacío cósmico” hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de 1 átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo.
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