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Toda la vida de Miró en una sala

Antoni Llena crea una gran constelación emocional de dibujos del artista que se exponen en raras ocasiones

Teresa Montaner y Antoni Llena en la muestra.
Teresa Montaner y Antoni Llena en la muestra.DAVID CAMASASCA

La visión es impactante. 150 dibujos de Joan Miró de todas las dimensiones y formas recubren las paredes de la gran sala, que da inicio a la visita de la colección permanente de la Fundación Miró. Pese a la aglomeración, la sensación no es en absoluto agobiante, por el contrario parece que del conjunto de dibujos surja una nueva obra, poderosa y tentacular, que sumerge el visitante en el universo Miró. Quizás sea esta la diferencia entre el proyecto de un comisario y una exposición concebida por un artista, en este caso Antoni Llena (Barcelona, 1942), encargado por la Fundación Miró de realizar la primera de una serie de intervenciones para activar la colección permanente a partir de los fondos del archivo.

Llena optó por trabajar con los 8.000 dibujos que cubren toda la trayectoria artística y vital de Miró y que por su fragilidad se exponen muy raramente. “Como artista me puedo permitir caminar en terreno resbaladizo, obviando los discursos construidos sobre andamios ideológicos y eligiendo las obras a partir de un impulso emocional”, explicó el artista en la presentación de Miró: Constelación Antoni Llena, que permanecerá instalada hasta el 7 de junio. Realizada con la complicidad de Teresa Montaner, responsable del archivo de la Fundación, la muestra ha sido concebida como una constelación, “o una telaraña que te atrapa aunque no la veas”, puntualiza Llena. Su selección incluye obras de todo tipo sobre papel: dibujos de aprendizaje, algunos autorretratos, bocetos de piezas que nunca se llegaron a realizar (según Llena, las más iconoclastas) o que se han perdido, apuntes gráficos, garabatos aparentemente inconscientes, esbozos de vestuario para espectáculos de danza y teatro y, por supuesto, dibujos preparatorios de obras célebres. Es el caso de la Bailarina española, que perteneció a André Breton y ahora se conserva en el Museo Reina Sofía de Madrid, o de la Cabeza de payés catalán, una serie que Miró realizó en 1925 como respuesta a la ilegalización del catalán por parte de Primo de Rivera, o del icónico tríptico Azul, que forma parte de la colección del Centro Pompidou de París.

A veces las referencias son muy evidentes y otras más difíciles de identificar, pero cada obra encierra una historia: por ejemplo, los seis dibujos diminutos hechos sobre las hojas de una vieja libreta desgarrada, de los que surgieron las ilustraciones del libro de Lise Hirtz, Il était une petite pie, uno de los más codiciados de Miró. “Ahora es prácticamente imposible de encontrar”, asegura Llena, cuya selección repasa la trayectoria de Miró.

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