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¡Vaya pastel!

La Fundación Mapfre reúne en Barcelona un centenar de obras de 68 artistas para reivindicar el poder creativo de las tizas de colores frente a la pintura al óleo

José Ángel Montañés
'Caballos de carreras: el entrenamiento' (1884) y 'Nelly infeliz' (1885), dos piezas de Degas.
'Caballos de carreras: el entrenamiento' (1884) y 'Nelly infeliz' (1885), dos piezas de Degas. Massimiliano Minocri

El uso de tizas de colores para crear esbozos es casi tan viejo como la necesidad del hombre de pintar. Una forma generalizada de añadir un poco de color a los dibujos. Considerada siempre una disciplina menor con respecto a la pintura al óleo, cuenta con algunas ventajas con respecto a la disciplina reina: las barritas son fáciles de transportar, las obras no necesitan secado y se obtienen tonos de acabado mate, pero con colores muy vivos, que ninguna otra técnica consigue; acercando la técnica al arte primitivo. Pero no será hasta el siglo XVII cuando las obras pintadas con estas tizas se midan, de tú a tú, con otras técnicas consideradas mayores. En ese momento, Nicolas Dumonstier incluso fue admitido “como primer pintor de pastel” en la Real Academia de Pintura en 1665 y Joseph Vivien pasó a ser calificado como el “Van Dyck del siglo para el pastel”.

Philippe Saunier, responsable de la colección de pasteles del Museo de Orsay (París), es el comisario de Tocar el color. La renovación del pastel que en la Fundación Mapfre de Barcelona reúne 96 obras de 68 artistas (hasta el 5 de enero); todas realizadas en pastel. “Es extraordinaria”, asegura el comisario, en referencia no solo por la calidad y variedad de las obras, la gran mayoría nunca vistas en España, sino por la dificultad de que estas obras se presten, viajen y se expongan, por la propia fragilidad de las mismas ya que las tizas de colores son pigmentos en polvo aglutinados con una resina.

'Pastor vigilando su rebaño', de Millet (1865).
'Pastor vigilando su rebaño', de Millet (1865).

Técnica y postre

“Cuando comencé a trabajar la exposición, una de las cosas que más me impresionó es que en Francia al hablar de pastel todo el mundo piensa en un procedimiento artístico, mientras que en España se refiere a un postre”, explica con cierto humor francés. Para Saunier, otra de las excepcionalidades de la muestra es que “no se trata de la primera gran exposición con pasteles de hecho hace unos días se inauguró una en la National Gallery de Washington, pero sí es la primera que se hace reuniendo fondos más allá de los propios del centro; en concreto de 65 prestadores internacionales”. A lo que Nadia Arroyo, directora de Cultura de la Fundación Mapfre, apunta: “Es excepcional por la fragilidad inherente y la delicadez de las obras que hacen que peligren durante su transporte y porque se aborda una historia del arte sobre la cual no se pone el foco habitualmente. De hecho, las obras podrán exponerse solo tres meses, luego tienen que volver a los almacenes”.

'Joven leyendo un periódico', de Louis Anquetin (1890).
'Joven leyendo un periódico', de Louis Anquetin (1890).
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La exposición permite hacer un recorrido cronológico por los grandes hitos del pastel. En la muestra están presentes muchos de los grandes pastelistas de la historia, casi todos franceses, donde la técnica ha vivido su mayor esplendor. Las obras están fechadas entre 1830 y mediados del siglo XX. Entre los artistas de “la edad de oro del pastel, el siglo XIX, momento en el que se produjeron más descubrimiento, una mayor evolución y las cuestiones técnicas se pasaron a un segundo plano”, algunos tan conocidos como Eugéne Delacroix, que capta en el pequeño pastel Cerca de Gibraltar (1832) el instante, como si fuera una fotografía. También Claude Monet y Edgar Degas, que cuenta con una sala para él solo, con cinco bellas obras, entre ellos la imagen de la muestra Caballos de carreras: el entrenamiento, de 1894, Eugéne Bodin, representado por sus magníficos paisajes y sus personales nubes y Pierre-Auguste Renoir, con varias escenas de ambiente doméstico. Y el que para Saunier es uno de los “mejores artistas del pastel: Jean-François Millet, destacado pintor del realismo, que empleó el pastel con un gran carácter innovador y por trabajar el pastel como un dibujo, sin pensar el color. Usó tonos apagados y pinto escenas de campo y campesinos que no se habían visto antes”. Como en el enorme Pastor vigilando su rebaño, de 1865.

'La niña de la manzana o Gabrielle, Jean Renoir y una niña', de Renoir (1895-1896).
'La niña de la manzana o Gabrielle, Jean Renoir y una niña', de Renoir (1895-1896).

Menos conocidos son los artistas, sobre todo franceses, Pierre Carrier-Belleuse (esplendida su Bailarina atándose las zapatillas con tutú negro, de 1892), Edmond Aman-Jean y Louis Anquetin, representados por exuberantes y provocativas damas, además de Jean-Francis Aubirtin, William Degouve de Nuncques y Joseph Stella. Tampoco es conocido Charles-Laurent Maréchal, autor de una de las obras más grandes, e impactantes, de la exposición Cristóbal Colon muerto en su prisión. “Es un antipastel. Por el formato y por la temática intenta hacer la competencia a la gran pintura”, según Saunier.

'Estudio de manos' de Picasso (1921).
'Estudio de manos' de Picasso (1921).

Al límite

El comisario destaca también la importancia de Odiol Redon “a caballo del siglo XIX y comienzos del XX. Se consagra al pastel con más constancia y convicción y lleva más al límite el material”. Es junto a Degas el autor más representado, con cinco trabajos, entre ellos el misterioso y místico Perfil bajo el arco, de 1905. En todos queda claro que el pastel no siempre es un arte comercial y de paisajes.

Posteriores son Joaquim Mir, María Blanchard, Joan Miró, en un colorista Bosque de Bellver, de 1910 y Pablo Picasso, que lo empleó en obras como el clásico y rotundo Estudio de manos, de 1921 y en general las vanguardias también siguieron empleando el pastel. “Se siguió utilizando en el siglo XX, en un momento en el que los artistas mezclan técnicas y materiales y solo vieron en el pastel un medio como otro cualquiera”, subraya Saunier.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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