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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estrategias del constitucionalismo

Urge un 'main stream' constitucionalista en Cataluña sin fisuras. Es decir: heterogeneidad de tácticas pero consenso de mínimos fundamentales sobre principios y procedimientos

Manifestación del 12 de octubre en el paseo de Gràcia de Barcelona.
Manifestación del 12 de octubre en el paseo de Gràcia de Barcelona.ALBERT GARCIA

Entre los partidos del constitucionalismo en Cataluña la lucha por ocupar sus espacios electorales por ahora merma una capacidad estratégica que en otras circunstancias podría generar un main stream más allá de los tacticismos legítimos. Esa falta de estrategia llega hasta el punto de que unos niegan el constitucionalismo de otros —frontalidad de Ciutadans versus zigzagueos del PSC— mientras que en organizaciones como Societat Civil Catalana el disenso interno, consecuencia en parte de una falta de rigor estratégico fundacional, acusa esos roces entre partidos que paralizan una acción ciudadana en su día capaz de movilizaciones notables, superiores a lo que se esperaba. Con sus vaivenes desconcertantes, SCC paga ahora el error de no haber logrado articular un consenso constitucionalista de mínimos por encima de los partidos.

El PSC lleva el viento en popa, mientras que Ciutadans —por causa de una mutación de objetivos que contradice sus propios orígenes— ha cedido terreno en Cataluña, después de la victoria de Inés Arrimadas. El PP intenta reconstruirse a partir de unos resultados electorales negativos. Y los intentos por recrear un catalanismo constitucional hasta el momento carecen de solvencia. Ante la máxima confrontación interna del independentismo ¿es que la crisis del constitucionalismo es un indicio más de una descomposición política de Cataluña? Más bien son dos procesos divergentes porque los términos de la lucha por el poder no son los mismos, ni las complicidades de un sistema mediático dopado, ni sobre todo la actitud ante la ley. No es cualquier cosa que el independentismo haya quebrado las normas superiores mientras que el constitucionalismo defendía el estado de Derecho. El independentismo radical ha denostado a la Europa integradora, enfrentándose a la legalidad con agresiones de kale borroka. El propio presidente de la Generalitat ha dicho que si le imponen una multa no la pagará. ¿En qué predisposición deja esta actitud a los ciudadanos partidarios de seguir en España cuando tienen que cumplir reglamentos dimanados del ejecutivo autonómico?

Mientras haya ley, constitucionalistas y secesionistas han de querer convivir en una Cataluña cohesiva y tolerante. El fracaso del independentismo es haberse saltado el reglamento a medio partido. Lo saben los políticos independentistas que no han prescindido —al menos en privado— del sentido pragmático. Mientras tanto, se ve al constitucionalismo a merced de una marejadilla que solo puede afrontarse marcando claramente el rumbo en la carta de navegar. Por ahora y a juzgar por la ambigüedad de sus respuestas, especialmente por parte de los poderes económicos, la sociedad civil catalana no ha tenido tiempo de reubicarse en la pluralidad natural, tal vez porque está en un proceso de cambio hormonal cuyo ritmo desconocemos. Eso se palpa todos los días pero no tiene translación política, tal vez porque antes debiera haber sido supra-política.

En cuanto a encauzar un main stream constitucionalista, no es fácil porque la política catalana depende lógicamente de la política general de España y la política española está en estos momentos mediada por la política catalana. Pero eso son hechos de biología política porque no puede negársele a un partido, ya sea el PSOE o el PP, que se emplace en Cataluña teniendo en cuenta el voto de Extremadura, del mismo modo que —de modo más desleal— el nacionalismo catalán se niega a pactar en Madrid porque tiene in mente el voto en la comarca de Osona. La cuestión primaria es atenerse o no al marco constitucional. De ahí la urgencia de un mainstream constitucionalista en Cataluña, sin fisuras. Es decir: heterogeneidad de tácticas pero consenso de mínimos fundamentales sobre principios y procedimientos constitucionales.

De ser un consenso explícito y con fortaleza, incluso para quienes consideramos inadecuada la propuesta de un tercer estatuto de autonomía, no dejaría de ser una iniciativa que, sea o no inoportuna, puede activarse en el marco constitucional. Si el independentismo ha dañado tanto la convivencia en Cataluña destruyendo confianza en las instituciones y entre los ciudadanos, el constitucionalismo se demuestra ofreciendo las virtudes de ese convivir según la norma, aunque sea con diferencias de orden táctico. Para persuadir a los ciudadanos de Cataluña que están desconcertados por el fiasco de la república independiente, el golpe de timón constitucionalista ha de encarar un horizonte de pluralidad y receptivo a los matices. En todo caso, sería equívoco abogar por un mainstream constitucionalista confundiéndolo con una tercera vía que conduce mirando por el retrovisor y no hacia adelante.

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