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Vientres de alquiler, SL

Una de las cinco agencias que trabajan en la Comunidad de Madrid y operan en Ucrania y Georgia está instalada en un edificio sin placa de San Sebastián de los Reyes

Imagen de Twitter de una de las agencias de vientres de alquiler.
Imagen de Twitter de una de las agencias de vientres de alquiler.
Lucía Franco
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En la planta cero de un edificio del municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes trabaja una de las agencias que ofrecen servicios de vientres de alquiler en España. En la entrada no hay rastro del nombre de la empresa, por lo que los aspirantes a padres se acercan al conserje despistados. Es entonces cuando aparece la única prueba de la existencia de la compañía: un hombre de ojos azules que viste camisa de rayas sale a recogerlos y dice ser el representante de la agencia en la capital. Concretaron una cita con él por WhatsApp, después de ver una publicidad de la clínica por Twitter en la que aparecía una foto de cuatro mujeres embarazadas con un mensaje que decía: “Nuestras madres subrogadas dan a luz alrededor de 370 bebés anualmente”.

La pequeña oficina está decorada con las banderas de Ucrania y Georgia, los dos países donde la agencia trabaja con las clínicas en donde se produce la gestación.

Los clientes se sientan en una mesa que tiene una pequeña canasta en el centro con dulces y un pin que dice “Soy una guerrera”: tiene dibujada la imagen de una mujer embarazada. La imagen casa con las fotos de bebés colgadas en la pared de la oficina. Más de 100 familias han pasado por esta agencia desde el 2014, aunque no todos han corrido la misma suerte.

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En Madrid existen otras empresas, como Surrobaby, Gestlife, Go4Baby, Matergest e Interfertility, que también prestan este servicio.

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La transacción es muy simple siempre y cuando se cumplan dos de los requisitos más importantes que pone la agencia encima de la mesa: ser un matrimonio heterosexual y tener entre 39.000 y 49.000 euros, dinero por el que les ofrecen viajar a Ucrania o Georgia a recoger al bebé gestado por una madre de alquiler. Como el coste es elevado, el comercial, para asegurar la venta, empieza pronto a enumerar las ventajas de Ucrania y Georgia.

— En Georgia son más fáciles los papeles, pero en Ucrania tienes la posibilidad de escoger el sexo del bebé.

—Queremos que sea niña, pero no nos queremos quedar atrapados en Kiev como esas familias de las noticias.

—Pues con todos los problemas que hay ahora en Ucrania ahora recomendamos hacerlo por Georgia.

La pareja se decide: Georgia. Tendrán que ir primero a firmar el contrato en la clínica y después a recoger al bebé, les explica el comercial. Una vez que el “material” —nombre que recibe la unión entre el espermatozoide y el óvulo— es insertado en el vientre de la gestante, hay que esperar a que esta quede embarazada. “Nuestra gestante quedó embarazada en el tercer intento, porque el óvulo no se agarraba al útero”, recuerda Ilanit Snir, de 37 años.

“Tengo una incapacidad médica que no me permite quedar embarazada”, cuenta Snir, que contactó con la agencia en Madrid. Otro de los requerimientos de la clínica es que la futura madre demuestre que no tiene posibilidad de quedarse embarazada o que un periodo de gestación puede poner en peligro su salud o la del bebé. Es por esto por lo que en esta operación intervienen siempre tres personas: una mujer que pone los óvulos, una mujer que pone el vientre y el esperma del futuro padre.

“Mi marido y yo llevamos mucho tiempo juntos y quisimos formar una familia. Hace tres años tomamos la decisión de hacerlo por gestación subrogada”, recuerda Snir, que regresó hace una semana de Ucrania con el bebé después de pasar cuatro meses en un hotel de Kiev con él, debido a los problemas que tuvieron para registrarlo.

Se trata del niño que Tatiana, nombre de la gestante, dio a luz el 24 de febrero. Apenas tres días antes, el Gobierno español había dictado una instrucción que prohíbe inscribir en la Embajada de España en Ucrania a bebés nacidos por vientres de alquiler. “La única alternativa era que nuestro hijo tuviera un pasaporte extranjero, pero la ley ucrania no lo contempla porque en el registro de nacimiento sus padres son españoles, por lo cual debe tener pasaporte español”, resume.

La industria que se dedica a esto es tan ágil como opaca, y es experta en anidar en resquicios legales: andan siempre atentos a cambios regulatorios en todo el mundo que puedan afectar al negocio. Finalmente, hubo solución para ellos: “El Gobierno ucranio ha tenido que torcer la ley para poder darnos estos pasaportes a las familias que estábamos allí para que pudiéramos volver”, cuenta Ilanit  Snir.

Cada vez que se firma un contrato de vientre de alquiler en alguna parte del mundo se activa una maquinaria compleja de intermediarios. El primer eslabón es la agencia en Madrid. El comercial de la agencia Go4baby guió en el proceso a varias de las familias que todavía no pueden volver de Kiev con los bebés. El responsable de la empresa es David Mejía, quien la fundó a partir de la experiencia que tuvo con su primer hijo en 2013.

En la web de la agencia ofrecen dos planes. El “programa VIP”, de 49.900 euros, que incluye cosas como la posibilidad de hacer selección del sexo del bebé en Ucrania, algo prohibido en España, el reinicio gratuito en caso de aborto y la posibilidad de que, en caso de mellizos, no haya que abonar una cantidad adicional. El programa estándar, que son 39.000 euros y se paga en ocho cuotas, incluye un número ilimitado de intentos y un smartphone moderno con número ucranio.

Antonio Vila-Coro, vicepresidente de Son Nuestros hijos, que agrupa a 500 familias españolas, aconseja seguir un proceso muy cuidadoso a la hora de escoger la agencia y el país. “No se puede criminalizar la gestación subrogada porque haya algunos que lo hacen mal”, dice Vila. “Desde la asociación aconsejamos a las parejas que quieren ser padres que tengan cuidado con las agencias porque no todas garantizan una buena práctica”.

Gemma Bravo ha estado recopilando información sobre las irregularidades de estas agencias desde hace cinco años. “Accedes al servicio y entonces eliges, por catálogo, obviamente, donante de óvulo, donante de semen y madre gestante”, cuenta Bravo sobre su experiencia. “Empecé a ver un poco cómo era este mercado, situación en España y demás países, y desde entonces no he parado de estudiar cómo funcionan, me causa tanto dolor, rabia, el trato que se da a gestantes y bebés como meros productos”, se queja.

Por su parte, el Ministerio de Exteriores advierte sobre las malas praxis que se llevan a cabo en las clínicas de gestación en Ucrania. “Esta sección consular es conocedora de que en los últimos años se han venido produciendo estafas y engaños por parte de clínicas de reproducción asistida y las personas vinculadas a este tipo de negocio (irregularidades en el proceso, falta de informes, falta de transparencia y mala praxis médica) que, como se reitera, no está permitido en España”, explica la página web. “Existe una investigación penal en curso contra una de las mayores clínicas de este país con acusaciones de fraude fiscal, fraude documental y tráfico de menores”.

Al menos 75 familias españolas siguen bloqueadas en Kiev, adonde habían acudido para completar procesos de alquiler de vientres, al no poder obtener el pasaporte para los bebés nacidos en Ucrania mediante una práctica que no es legal en España.

Aun así hay parejas que están haciendo los trámites ahora mismo para viajar al país pronto a recibir a los bebés. Algunos, como José Manuel Rodríguez, de 47 años, incluso repiten: “En 2017 fuimos con la agencia Gurobaby y tuvimos una niña que ahora tiene 20 meses”, explica. “Cuando estábamos allí, perdimos al hermanito y decidimos volver a intentarlo. Ahora vamos a volver a Kiev en septiembre a por la nueva bebé”.

La pareja sale de la agencia en San Sebastián de los Reyes y se encuentran un cartel en una parada de autobús que dice: “Denuncia la utilización del cuerpo de las mujeres, sin acoso sexual y sin alquiler de vientres”.

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Sobre la firma

Lucía Franco
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Anteriormente colaboró en EL PAÍS Madrid y El Confidencial en España. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y máster de periodismo UAM-EL PAÍS. Ha recibido el Premio APM al Periodista Joven del Año 2021.

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