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Las eternas noches del Gula Gula

La fórmula de diversión de este show madrileño sigue atrayendo a cientos de turistas tras más de 20 años

Manuel Viejo
Juan Francisco Becerra, Dolly, durante un actuación en Gula Gula en el mes de junio.
Juan Francisco Becerra, Dolly, durante un actuación en Gula Gula en el mes de junio. Inma Flores

“Antes era joven y virgen; ahora soy virgen". Juan Francisco Becerra nació en Málaga hace 52 años. Sin embargo, este malagueño de andaluz tiene poco o “nada” porque se marchó con sus padres a Ibiza cuando todavía era un niño. Se crio por las callejuelas de Sant Josep, un municipio de unos 25.000 vecinos, donde todavía se le conoce como es fill des cuiner (el hijo del cocinero del colegio). Dice que aquí estudió hasta que obtuvo el título de FP como administrativo. “Ejercí en la Renault un tiempo. Siempre decía: 'Renault, ¿dígame?'”, ríe. Un curro que compaginaba con el teatro, su verdadera pasión. Hasta que a las 23 primaveras dio el salto y aterrizó en la Puerta del Sol. “Pero antes hice la mili, ¿eh?”. Y nació Dolly, la drag queen más famosa y singular de la Gran Vía.

“Mi primer sueldo como profesional me vino de un espectáculo de cabaré en el mismo sitio en el que actuaban Las Virtudes o Anthony Blake. Antes también me vestía, pero era una mamarracha”, ríe. Hasta que un día de 1995 se presentó al casting de Más que amor frenesí, una película española escrita y dirigida por Alfonso Albacete, David Menkes y Miguel Bardem. Y le cogieron. “Aquí nació Dolly. ¡Me pusieron unas plataformas de más de 20 centímetros!”. El largometraje, un crimen sexual que mezcla juventud, música y delirio, estuvo nominado en los Premio Goya a mejor dirección novel. Meses después, con el mismo personaje de la película, nacería Gula Gula.

La Prohibida anima a los comensales en el restaurante Gula Gula en 2002.
La Prohibida anima a los comensales en el restaurante Gula Gula en 2002.Claudio Álvarez

La inauguración supuso una minirrevolución para los madrileños. “El boca a oreja de la clientela y las afiladas lenguas de las drag queens que animaban sus cenas obraron el milagro de convertirlo en un genuino centro de peregrinación”, escribía Agustín G. Casales en la revista Metrópoli hace unos años. “Siempre un buffet, una cena y y un espectáculo. Se llenaba siempre. Había una energía muy creativa”, recuerda Juanfran. Hasta 2014. “El propietario se marchó a Ibiza, donde también abrió un Gula Gula. Era la época del ‘venga, venga, bonanza, bonanza’. Hasta que vino la crisis”. Después, Juanfran se hizo con el usufructo del nombre. “Ahora somos un grupo de 10 o 12 artistas. Lo que hacemos es llegar a acuerdos con espacios y nosotros ponemos el espectáculo”. Por eso los fines de semana se sigue llenando de despedidas de solteros y de jóvenes en Plaza de España número 6; en el edificio Círculo Catalán. Aunque, “quizá en unos meses”, también pueda verse también en el Mercado Barceló de Tribunal.

— ¿Hay más libertad ahora o en los años 90?

— Antes había más; ahora se va con miedo.

Juanfran dice que el personaje de Dolly le ha fagocitado. De día, Juanfran. De noche, Dolly. “Ella es todo lo que Juanfran quisiera ser. Ahora soy más tímido que antes”. Dolly —peluca alborotada rubia, labios rojos, vestido siempre ceñido con tacones y pendientes rojos—, contó con la ayuda del artista leones Fran de Gonari para el vestuario. “Me decía: ‘venga, que te hago un moño, venga, ponte estos tacones’”. Dice que a maquillarse dedica entre una hora y una hora y cuarto. “Aunque tengo récords de media hora: en un pis-pas, ya está”. Cuenta que el trabajo es duro. “Hay veces que se hace todo muy cuesta arriba, pero el Gula Gula es muy bonito. Hacer reír a la gente no tiene precio. Sigo haciendo los mismos chistes que en los años 90, aunque los voy modificando. Esto es como un Mercedes antiguo al que le vas quitando las piezas pero sigue funcionando. Si ya lo dice una amiga: '¿por qué has nacido guapa en vez de rica?”.

Shiu en un actuación de Gula Gula en 1997.
Shiu en un actuación de Gula Gula en 1997.Claudio Álvarez

En el rincón del Gula Gula también participa Thomas Larsson, sueco, de 55 años —“sin rima”— y con cuerpo de bailarín ruso. Llegó a Madrid en 1988. Trabajó en el programa de televisión Uno para todas con Goyo González en Telecinco, en ¿Qué apostamos? de TVE con Ramón García y Ana Obregón, y como bailarín principal de Norma Duval… “Todavía no ha llegado la hora de jubilarme, el artista no se jubila”.

Ninguno de los dos acudió al Orgullo de este año. “Sigue habiendo libertad, pero con la edad uno se vuelve más conservador”, cuenta Larrson. “Los señores de naranja (Ciudadanos) fueron a provocar”, desliza Juanfran. “Si yo estoy peleado con un amigo, monto una fiesta de cumpleaños y no te invito, ¿para qué vienes? ¡Y luego encima te quejas!”.

Dice que sus padres nunca le han visto en directo. “Por televisión sí, porque Dolly sale en la serie La que se avecina de Telecinco" . Cuenta que una vez participó con su excuñado en el programa Atrapa un millón de Antena 3 —“pero como Juanfran”—, y que pasaron a la fase final del millón de euros. Se acabaron llevando 45.000. “La ultima pregunta fue ¿quién nació antes la oveja Dolly o Justin Bieber. Y ahora no me acuerdo”.

Nunca ha trabajado en el barrio de Chueca. “No me atrevo, es otro púbico, de pie, con copa, la gente borracha… tienes que emplear otros recursos que yo no tengo (…) El problema que existe en España es que las drags son como artistas de segunda.  Al contrario que en América, aquí no están muy valoradas. Mis compañeras en Chueca cobran muy poco. ¿100 euros por actuación? quizá, pero para sobrevivir en Madrid tienes que estar en muchos sitios y, sobre todo, echar muchas horas".

— ¿Ha pensado en olvidarse de Dolly y ser otro personaje?

—  No, de eso nada, me ha costado tanto…

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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